Redescubrir lugares que conocí antaño y no había vuelto a pisar, visitarlos de nuevo y sorprenderme por todo aquello que no vi en su momento, es una de las cosas que más me gusta hacer en verano cuando tengo más tiempo libre. Y más aún si se trata de un lugar mágico relacionado con la naturaleza.
Así me pasó hace unos días cuando volví al Jardín Botánico de Coria. Lo descubrí durante los años que trabajé en el IES “Jálama” de Moraleja y lo visité en varias ocasiones, casi siempre con prisas.
Hace unos días convencí a mis hijos y sobrinas para que me acompañaran. Me costó un poco, pues a menudo los adolescentes son perezosos, indolentes, resistentes a salir de su zona de confort… pero no hay nada mejor que despertar su curiosidad y su ilusión, ya que entonces se convierten en los mejores acompañantes para pasar un rato genial.
La mañana era propicia: limpia, poco calurosa y muy luminosa.
El Jardín Botánico de Coria tiene poco más de una hectárea de superficie. Se sitúa a la entrada de Coria, al pie de la carretera de Cáceres. Construido sobre un antiguo vivero de árboles que se plantaban en los márgenes de las carreteras, fue reconvertido en el año 1991 en jardín botánico por el taller de Jardinería Medioambiental de la Escuela Taller II del Ayuntamiento de Coria.
En este espacio, perfectamente mantenido, organizado y cuidado, se concentran varias asociaciones vegetales características del bosque mediterráneo: robledal, encinar, alcornocal y bosque de ribera.
Un invernadero en el que se cultivan especies que luego se plantarán en el jardín y otras especies ornamentales para los jardines de la ciudad, da la bienvenida al visitante. Posteriormente se accede a la zona de vegetación en la que se suceden de manera ordenada las asociaciones antes mencionadas.
En el centro del jardín, una casa de aperos que hace las funciones de oficina y el gran Plátano del Vivero o Plátano de sombra (Platanus hispanica) de 25 metros de altura y 125 años de antigüedad.
En el recorrido se suceden las sensaciones gratas: un estanque alfombrado por las lentejas de agua, claroscuros entre los árboles, pasadizos cubiertos de vegetación, un puente de madera sobre el riachuelo, el huerto, un merendero, el sonido del viento en los álamos blancos…
Las mariposas saltacercas (Lasiommata megera), blanquitas de la col (Pieris brassicae) y vanesas numeradas (Vanessa atalanta) se dejan ver, apenas posadas unos instantes para la foto antes de seguir su vuelo errante.
Una Curruca Capirotada (Sylvia atricapilla) se empeña en amenizarnos el paseo, conseguimos verla mucho rato después de estar grabando su canto.
https://www.youtube.com/watch?v=Rt9ynwUyTGY
Algunas sorpresas antes de irnos: un nido de Chochín (Troglodytes troglodytes) construido la pasada primavera, tan bien hecho que permanece aún intacto.
Feliz reencuentro con el Jardín Botánico de Coria.
Ideal para pasar una mañana de verano al frescor del agua, los cantos de los pájaros, el vuelo de las mariposas y las sombras de los árboles.