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Pilar López Ávila

Vivir con la naturaleza

EL CAMINO DE LAS HORMIGAS

Siguen su camino las hormigas sobre la hierba.

Las observo hipnotizada, apenas se las distingue entre las briznas si no fuera porque cada una porta un largo y fino fragmento de tallo seco de alguna gramínea.

Una procesión de hormigas, oscuros nazarenos portando antorchas apagadas.

Y es tan largo el camino que han trazado, que no consigo averiguar de dónde vienen ni adónde van. Se pierden bajo el seto y desaparecen de mi vista.

Es curioso, cuando creía que nada me podía sorprender de las hormigas, descubro en su camino la cabeza de un escarabajo rinoceronte, un despojo, el despiece de un cuerpo que, una vez aprovechado al máximo, han sacado fuera del hormiguero, como quien saca la basura a la calle.

Cabeza de escarabajo rinoceronte

Y el caso es que hay una historia detrás de esta cabeza.

Hace unos días, al borde mismo de la piscina, entre el césped, me encontré un escarabajo rinoceronte (Oryctes nasicornis) aparentemente muerto.

Aparentemente muerto…

Estaba precioso, se había quedado en una posición perfecta para mantenerse sobre la palma de mi mano. Su exoesqueleto negruzco brillaba bajo la luz de la tarde.

Oryctes nasicornis

Mi querida amiga Paloma González Rubio lo definió como “unicornio de azabache” y me parecieron bellísimas estas palabras para nombrar a este coleóptero gigante que puede medir entre 30 y 45 mm. El macho, y como su nombre científico indica, tiene un “cuerno a modo de nariz” o una “nariz que es un cuerno”. Realmente no es una nariz, sino que la cabeza está rematada por este apéndice en forma de cuerno que utiliza para enterrarse bajo el suelo cuando se ve amenazado. También para luchar contra otros machos y captar así la atención de las hembras.

Unicornio de azabache

Las hembras, que tienen el cuerno casi imperceptible, reducido a un pequeño tubérculo, ponen los huevos en lugares donde las larvas se alimentarán de madera en descomposición, o de restos vegetales, o incluso de serrín. Durante años, la larva crecerá hasta hacer la pupa y transformarse definitivamente en escarabajo adulto, preparado para reproducirse e iniciar un nuevo ciclo de vida.

Los adultos ya no se alimentan, tienen reservas suficientes de su época de larva y una vez que se reproducen viven hasta que se les agotan.

Escarabajo rinoceronte en una compostadora

Quizás el escarabajo que encontré había llegado al final de sus días, así que lo guardé, como el que guarda un tesoro, en un tarro de cristal. Sin embargo, al cabo de un rato comenzó a mover las patas y levemente las mandíbulas, entonces lo liberé para que fuera la naturaleza la que decidiera qué hacer con él.

Antes de dejarlo bajo el seto lo rehidraté, pues mi amiga Esther González Solís, que sabe mucho de insectos, me contó que a veces estos escarabajos parecen muertos, pero no lo están. Le eché una gota de agua y lo abandoné con la esperanza de encontrarlo al día siguiente.

Fotos de Antonio Pérez Toranzo y Candela Rodrigo López

Pero no, ya no estaba.

Ahora pienso que fueron las hormigas las que lo encontraron.

Dieron buena cuenta del unicornio de azabache y cuando no pudieron aprovechar más su cuerpo, se deshicieron de los despojos.

Dejaron la cabeza en el camino que trazaban, el que yo observaba, amodorrada, pensando que nada me podía sorprender de las hormigas y de los escarabajos bajo el peso del calor de este verano.

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Sobre el autor

“Desde siempre me gustaron los pájaros, las mariposas y las flores. También escribir cuentos para niños. Hoy les hablo a mis alumnos de los misterios de la biología, paseo por el campo cuando puedo y escribo. Creo que es esencial vivir con la naturaleza, comprender sus ciclos y seguir su ritmo. Y compartir con otras personas lo vivido.”


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