A los papamoscas los he visto estos días de inicio de otoño volando entre las ramas de los árboles de la ciudad.
Con ese vuelo rápido y ágil con el que se lanzan a capturar insectos y vuelven, con la misma rapidez, a posarse en la percha, cazadero que usan mientras dura su estancia por estos lugares.
Porque los papamoscas están de paso, como muchas aves que barruntan la llegada del frío, la disminución de las horas de luz y, sobre todo, la falta de alimento, y se marchan a tierras más benévolas donde seguir viviendo.
Así los papamoscas, el gris y el cerrojillo, con sus plumajes mudados terminada la reproducción.
El macho del cerrojillo, que en primavera luciera plumaje negro manchado de blanco en la frente, vientre y algunas coberteras alares, ahora es más grisáceo, pero conserva la mancha blanca de las alas. La hembra es ocre, y también se le ve esa mancha blanca, que a ambos sexos los distingue de los papamoscas grises que son como su nombre dice, de plumaje en general grisáceo.
A los papamoscas se les oye antes de verlos. Emiten un sonido muy débil, apenas perceptible sobre los ruidos de la ciudad. Un piar leve, sencillo y repetitivo que los delata entre las ramas de los plátanos falsos de los parques, donde casi siempre los veo.
Eligen de posadero una rama baja, despejada, o varios posaderos que frecuentan constantemente, yendo de uno a otro después de haberse lanzado a cazar insectos al vuelo o sobre el suelo.
Los papamoscas son pequeños y nerviosos, estilizados, de pico fino adaptado a capturar insectos voladores, de ojos oscuros vigilantes. Desaparecen a la vista cuando se sienten amenazados y vuelven al cabo de un rato al mismo lugar, al mismo posadero para seguir cazando.
Durante el paso migratorio, los papamoscas cazan principalmente moscas y mosquitos, mariposas, pero también escarabajos, orugas, saltamontes… bien alimentados, nos habrán librado de un buen número de insectos perjudiciales que provocan plagas en los cultivos o transmiten enfermedades.
Son los mejores insecticidas naturales.
Pronto dejarán de verse entre las ramas de los plátanos de sombra.
Emprenderán viaje hacia tierras africanas.
Los pequeños papamoscas, inquietos y bellos.
Los espero la próxima primavera.