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Pilar López Ávila

Vivir con la naturaleza

ATALANTAR LA RIBERA

La palabra atalantar tiene muchos significados: agradar, convenir, cuidar de algo o de alguien, son algunos de ellos.

Me quedo con la acepción de cuidar de algo, en este caso para referirme a la Ribera del Marco y la necesidad de preservarla frente al abandono y a las agresiones que sigue sufriendo. La Ribera del Marco cacereña sigue amenazada por intereses mineros, por circunvalaciones, por las toallitas húmedas que, en lugar de tirarse a la papelera, se echan al inodoro y obstruyen los desagües y se enredan en las zarzas que bordean el cauce… por citar solo algunas de estas amenazas.

Afortunadamente, hay personas que están empeñadas en que la Ribera no siga deteriorándose. Como los Amigos de la Ribera del Marco, asociación que con sus acciones trata desde hace años de rescatar la zona de influencia que la ribera ha tenido siempre y que debería seguir teniendo. La recuperación del cauce, la plantación de lirios amarillos antaño muy abundantes o la de olmos libres de grafiosis son algunas de las muchas acciones llevadas a cabo por esta asociación.

Conferencia de Joaquín Araújo.

Con motivo de las jornadas “Cáceres y la Ribera del Marco”, que comenzaron a celebrarse el pasado 26 de octubre en la Biblioteca Pública de Cáceres, el naturalista, periodista y escritor de la naturaleza Joaquín Araújo, impartió la conferencia inaugural bajo el título: “Vivacidad o sequía: conservemos la Ribera”. Todo lo que habló Joaquín fue interesante, y lo que escribió también, porque utilizó una pizarra para escribir los caracteres chinos de dos palabras que fueron protagonistas de la charla: “vivir”, cuya escritura en caracteres chinos se asemeja a una planta creciendo; y “agua”, que se caracteriza por diferentes líneas que convergen en otra más larga, como si fueran ríos que se unen para llegar al mar.

En la pizarra se aprecian los caracteres chinos.

De todo lo que habló Joaquín Araújo me quedo con algunas ideas:

“Estamos asfixiando el aire, ahogando el agua, enterrando la tierra”, realidades que son reflejo de la imperante “cultura de la muerte”, que en la actualidad se está imponiendo sobre la “cultura de la vida”, ya que el ser humano se empeña en matar lo que le da la vida, esto es, los árboles principalmente, que aportan el oxígeno para respirar y consumen el dióxido de carbono que en exceso producimos y está provocando el aumento del efecto invernadero con la consecuencia que ya estamos viviendo del cambio climático.

En clara alusión a la mina de Valdeflores y la intención cada vez más cercana de explotarla, dijo que “no hay necesidad de desenterrar nada de lo que esconde la tierra”, frase que fue muy aplaudida por los asistentes.

“Hay que crear un cinturón verde de árboles que circunde la ciudad”, fue otra de las ideas que anoté, pues solo los árboles nos salvarán de la cultura de la muerte y nos seguirán dando la vida.

 

La directora de la biblioteca, Mª Jesús Santiago, me invitó a presentar a Joaquín Araújo, y desde aquí le agradezco que lo hiciera pues fue un gran honor para mí introducir a este hombre que admiro. Decidí que debía prescindir de su extensa biografía y renunciar a citar su curriculum, y centrarme en lo que pienso y admiro de él.

 

Al finalizar la presentación.

A continuación, reproduzco el texto que leí en la presentación:

“En los amaneceres de febrero, veíamos los corzos en el valle del Guadarranque cuando íbamos camino de la sierra. Por aquel entonces yo podía tener doce o trece años, no recuerdo bien, pero sé que ya observaba, y detenía la mirada en todo lo que me producía curiosidad. Había germinado en mí el “sentido del asombro”, ese del que hablara Rachel Carson y que es fundamental mantener vivo en la infancia para que permita, en la edad adulta, seguir descubriendo la “alegría, la expectación y el misterio del mundo en que vivimos”.

Aquel valle de mi niñez se quedó impreso en mi retina y en mi recuerdo. En mis pensamientos de niña me decía: quisiera vivir para siempre en este lugar, viendo pastar a los corzos en el valle de este río. Pero la vida, que da mil vueltas, me alejó de aquellos anhelos.

Pasado el tiempo, oí hablar de otras personas que descubrieron estos mismos lugares y se quedaron a vivir en ellos. Como Joaquín Araujo, que descubrió Las Villuercas, pero que, a diferencia de Thoreau, que se aisló temporalmente para vivir una experiencia de soledad en el medio natural, él se quedó a vivir y aún vive en ellas. Descubro al Joaquín Araujo naturalista, escritor de la naturaleza, divulgador de la naturaleza, al campesino, activista ecológico y cultural, que ha plantado un árbol por cada día que ha vivido, como aquel “hombre que plantaba árboles” que nos contara Jean Giono y que, con gran esfuerzo, fue convirtiendo un desolado valle de los Alpes en un bosque.

No sé los motivos que le llevaron a recalar en estos lugares, no sé lo que vio en ellos, quizás el verde de sus bosques de encinas, robles, alcornoques, madroños, o ese otro verde húmedo y brillante de las loreras. O tal vez la contemplación del relieve apalachense, o el hallazgo de fósiles, o porque esta tierra huele a jara y a tomillo.

En todo caso, Las Villuercas han sido inspiración para Joaquín Araujo y le han llevado a divulgar los dones que nos ofrece la naturaleza, a empeñarse en aprender de ella para conservarla, a mantener la certeza, casi perdida actualmente, de que somos naturaleza. Porque esto es lo que somos, formamos parte de los bosques, de las llanuras donde el viento sopla a su antojo, de las aguas que recorren los valles y llegan hasta el mar. Somos naturaleza y la compartimos con el resto de seres vivientes.

En el debate “Nuestra naturaleza, el mejor plan de futuro”, que la Asociación Cultural Norbanova organizó en el año 2018, y en el que hice de presentadora de los ponentes, Joaquín dijo, entre otras cosas interesantes, que “el disfrute de la naturaleza, desde el punto de vista de los sentimientos que nos produce vivir con ella, es la mejor opción para el ser humano, dejando incluso a un lado el valor económico que del medio natural se pueda obtener”. Y también dijo que “la arrogancia humana destruye la sabiduría de la naturaleza”.

Debate organizado por Norbanova en 2018.

Con motivo de las Jornadas sobre la Ribera del Marco, tenemos la suerte de contar con la presencia de Joaquín Araujo para hablarnos de este enclave natural que fue origen de nuestra ciudad, esta surgencia de agua que forma una rivera (con uve) singular, alrededor de la cual se ha ido generado esa otra ribera (ahora con be) que aúna naturaleza, historia, patrimonio, cultura, desarrollo sostenible y que tenemos la necesidad de conservar para mantener el equilibro natural que la ciudad y su progreso se empeñan en romper. El cartel de estas jornadas (realizado por la ilustradora cacereña María Polán) nos da una pista, pero solo es un esbozo de lo que la ribera atesora: los lirios amarillos del cauce, las granadas de los huertos, las nutrias que dejan sus huellas en el barro, el mirlo que anida entre las zarzas.

¡Cuánta riqueza en la ribera! Y cito otra frase de Joaquín en aquel debate: “Es la definición de riqueza la que hay que reformar, ahí está la auténtica reforma educativa; somos ricos en valores naturales.”

Ya termino, no sin antes aludir a esa palabra que Joaquín Araujo hizo suya desde que la escuchó de boca de un pastor de cabras, palabra que por su belleza y significado merece ser rescatada del olvido, del cajón de las palabras en desuso: ATALANTAR, agradar o convenir; o también calmarse; o proteger, arreglar, atender, cuidar de alguien o de algo.

Atalantar es hacer bien las cosas.

Como él ha dicho en alguna ocasión: “Descansar es estar bajo un árbol, y lo que de verdad atalanta del árbol es la sombra.”

Pues eso, que la vida te siga cuidando Joaquín, que te siga atalantando, y que atalante a todas las especies de seres vivos que poblamos la Tierra.

Gracias.”

Programa de las jornadas sobre la Ribera del Marco.

Enlace a la conferencia: https://www.youtube.com/watch?v=Z89NhNX_WCc

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Sobre el autor

“Desde siempre me gustaron los pájaros, las mariposas y las flores. También escribir cuentos para niños. Hoy les hablo a mis alumnos de los misterios de la biología, paseo por el campo cuando puedo y escribo. Creo que es esencial vivir con la naturaleza, comprender sus ciclos y seguir su ritmo. Y compartir con otras personas lo vivido.”


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