Siguiendo con la serie de asombros que me produce encontrar ciertas especies de plantas creciendo en la ciudad a su antojo, sin que nadie las mire ni las cuide, hoy quiero hablar del alcaparro (Capparis spinosa).
De él se obtienen las conocidas alcaparras y alcaparrones.
Tiene la planta del alcaparro hojas gruesas y redondeadas y su nombre específico –spinosa– hace referencia a las espinas de los tallos que, al crecer a ras de suelo, le sirve de protección contra los herbívoros.
Las alcaparras son los capullos de las flores y los alcaparrones son los frutos globosos que empiezan a formarse una vez que la flor ha sido fecundada.
El alcaparro, que recibe otros nombres como alcaparrera, caparro o tapenera, es una planta cultivada, pero puede crecer de manera espontánea en cualquier grieta o resquicio y apenas necesita cuidados. Y esto es lo más asombroso de estas plantas, ¿cómo han llegado hasta esos lugares? En mi opinión, por las hormigas o por las heces de algunas aves que hayan comido las semillas de sus frutos…
En el instituto en el que trabajo -enclavado en el centro de la ciudad – crece un alcaparro al borde mismo de la pista de fútbol donde el alumnado juega en los recreos, la mayoría ajenos a la planta que medra ante ellos, aunque pudiera ser que alguno la recuerde de los paseos botánicos en los que se la hemos enseñado.
Resulta increíble ver alcaparros al borde mismo de la calzada en plena ciudad, con sus flores abiertas a mediodía de un mes de agosto, cuando más calienta el sol, soportando el humo de los coches que pasan rozándoles y la escasez de agua, quizás una poca que les llega del riego por goteo de un seto cercano.
Pero lo que más me gusta de los alcaparros son sus hermosas flores. Los pétalos de color blanco tienen ligeramente pintado el borde de violeta, y los largos estambres también se tiñen de este color. En el centro de la flor emerge el pistilo que guarda el ovario y que dará lugar al fruto cuando sea fecundado. Abejas, abejorros, avispas y otros insectos visitan estas bellas flores atraídos por su néctar. Impregnados del polen de los largos estambres, llevarán el contenedor de los gametos masculinos a otra flor, cerrándose así el círculo de la polinización realizada principalmente por insectos, tan frecuente en el reino vegetal.
Las alcaparras para alimentación hay que cogerlas cuando el capullo tiene un color verde oscuro y antes de que se abra para mostrar la flor. Para los alcaparrones hay que esperar un poco más, dejar crecer el fruto que guarda las semillas antes de recolectarlo.
Ambos, alcaparras y alcaparrones se preparan de manera sencilla en encurtido con vinagre o salmuera.
Se pueden tomar solos como aperitivo o dar alegría con ellos a las ensaladas, a las que aportan un sabor potente.
Contienen proteínas, hidratos de carbono y muy poca grasa, por lo que son adecuados para dietas hipocalóricas. También tienen vitaminas y minerales, siendo abundante el sodio, así que hay que tener precaución en personas hipertensas.
Añado el alcaparro a mi lista de plantas increíbles que crecen espontáneamente en la ciudad, sin que nadie las tenga en cuenta… o casi nadie, porque yo sí que las veo y me parecen fascinantes.