Nunca había pasado una noche bajo la tormenta, con relámpagos y truenos, con lluvia intensa. Una noche en la que las nubes daban paso a un cielo despejado lleno de las constelaciones de un otoño recién estrenado.
Mediaba octubre cuando, a pocos kilómetros de Valencia de Alcántara -sin saber a dónde íbamos-, nos desviamos hacia la pedanía de La Fontañera por la carretera que, enlazando más adelante con Galegos, llega hasta Marvao.
La sorpresa fue cosa de mi hermana Mª Luisa y de mi cuñado David, que todo lo buscan y rebuscan, y que hallaron este lugar, este alcornocal recién descorchado con el que olvidarnos durante un par de días de lo vivido un mes antes, que ha sido triste y doloroso.
La finca El Cortiñal es un lugar de ensueño, quizás suene cursi pero a mí así me lo parece, porque estar rodeada de alcornoques de elevado porte, viendo a los petirrojos posarse ante tus ojos y a los trepadores azules recorriendo los troncos anaranjados, es para mí causa de ensoñación.
Si a todo eso le añadimos un spa relajante y divertido, unos salones confortables donde tomar una copa tras un picnic bajo la lluvia, un desayuno estilo buffet (¡que nos encanta!) y la cercanía del país vecino donde disfrutar de un riquísimo arroz de mariscos en Portagem y de unas magníficas vistas (con buitres leonados planeando las térmicas) desde el castillo de Marvao, además de estar en la mejor compañía, la de la familia más cercana y querida, no se puede, o no se debe, pedir más.
Lo de la noche bajo la tormenta tiene truco. Porque en una zona apartada de la finca han instalado tres burbujas aisladas del exterior, pero completamente transparentes para disfrutarlo. Para pasar la noche bajo las sábanas mirando caer la lluvia sobre el techo de plástico, viendo pasar las nubes y aparecer las estrellas en el cielo, limpio y claro, iluminado por relámpagos lejanos. Pero, ¿quién puede dormir y perderse semejante espectáculo?
Quedamos reconfortados y agradecidos.
Y hemos apuntado la dirección en nuestra agenda, para volver un día a este lugar.
A dormir -sin pegar ojo- bajo la tormenta.