Marsella me la enseñó la chica que me hospedaba, una monísima francesita que parecía italiana del sur por como movía las manos. Tomamos unas cervezas con unos amigos suyos que no paraban de pegarse, hacer guarrerías y meterse mano. Estaban locos perdidos y yo terminé asustado y muerto de la risa. Cuando se marcharon fuimos […]