Vivimos en un país en el que después de llevarnos las manos a la cabeza nos sentamos a dialogar en busca de consenso y medidas que la sociedad lleva mucho, mucho tiempo reclamando a gritos.
Es lamentable pero es real. En este país se necesitan muertes para tomar decisiones, para acordar soluciones y poner remedios. Hemos tenido que sumar otra víctima para que los grandes partidos se sienten de una vez y den una solución al drama humano que suponen los desahucios, una consecuencia directa de la brutal crisis económica que padecemos y de la crecida imparable del paro. Pero a pesar de todo las responsabilidades ciudadanas se mantienen intactas y ante situaciones alarmantes la Administración sigue paralizada.
Es una lamentable realidad que los gobiernos, da igual el signo, siempre van muchos peldaños por detrás de la sociedad, al remolque de las demandas, muy lejos del liderazgo que se les presupone.
Es el caso de los desahucios y es el caso de la trágica fiesta de Halloween en el Madrid Arena. Han tenido que morir cuatro jóvenes para que los que nos gobiernan se tomen en serio las licencias, las normas de evacuación, los aforos y los controles. Trámites que se suponen que deben preceder a cualquier celebración en un espacio cerrado.
Es el caso de los desahucios, de la trágica fiesta de Halloween y del hambre. Aquí, en Plasencia, después de cuatro años de crisis el Ayuntamiento toma ahora las riendas para coordinar a las oenegés y asociaciones sociales que durante todo este tiempo han estado al lado de los que más lo necesitan, dando de comer a los que ya no tienen ni para esta básica necesidad. Porque la Administración no se ha ocupado de ellos. Son los colectivos sociales los que en muchos ámbitos tapan los enormes agujeros a los que las instituciones ni se acercan. La coordinación de las oenegés emprendida por el Ayuntamiento unida a la negociación para que el Banco de Alimentos tenga sede en Plasencia llega porque se sabe que hay personas que no tienen qué comer ni qué dar a sus hijos cada día y los alimentos que se reparten no les llegan.
Es lamentable, pero es real que la Administración no atiende peticiones calmadas, avisos ni sugerencias. Solo cuando las peticiones se lanzan  a gritos y a la desesperada.
Es lamentable, pero es real que tengan que producirse muertes para que los políticos se enteren de lo que está pasando y se dignen a cambiar las normas.