Son 24.000 euros los que el Ayuntamiento se gasta para que Plasencia tenga luces en Navidad. Una cantidad escasa para algunos y excesiva para otros. Los socialistas-regionalistas han pedido desde la oposición que ese dinero se dedique al Banco de Alimentos, oenegé para la que ya se ha presupuestado una ayuda de 5.000 euros el próximo año y que se incrementaría si fuera necesario. Ninguna corporación se negaría a ello. Pero además hay que aclarar que las luces se tenían que colocar sí o sí porque forman parte del contrato con una empresa privada a la que el Ayuntamiento le adjudicó la instalación de luces tanto en Feria como en Navidad durante dos años, precisamente para ahorrar. Y este es el segundo año. Como muy bien sabe o debería saber la oposición municipal, por lo que su propuesta es pura demagogia.
Es fácil y posiblemente fructífero desde el punto de vista político defender que no se destine ni un solo euro público a las luces de Navidad y que la cantidad que sea sirva para dar de comer a familias necesitadas. Pero plantear así un debate es mezquino, porque podría dar a entender que el Ayuntamiento, en este caso, invierte el dinero en luces y no en asistencia social. Y eso no es verdad. La atención a las necesidades tiene que ser una prioridad para cualquier gobierno, se esté o no en crisis, pero ello no puede suponer un abandono de la gestión para todos, porque de lo contrario sería más que complicado abandonar esa situación crítica.
Quizás el error sea hablar de luces navideñas como si se tratara de un despifarro, a lo que suena todo lo relacionado con lo lúdico. Tal vez se podría entender como una inversión, un servicio en favor de la ciudad. No es comprensible que se reclame que la administración licite obras para mover la economía y, sin embargo, se critique la adjudicación de un servicio del que se beneficia, en este caso, una empresa y sus trabajadores. Además está comprobado que las luces animan a la gente a salir a la calle y el movimiento en la calle es el paso previo a la entrada en los establecimientos y al consumo, algo positivo para el conjunto de la ciudad. También para los comerciantes y hosteleros, claro; colectivos que contribuyen, pese a las críticas generales, en el ambiente navideño con la decoración de sus escaparates y ofertas variadas. Hay quienes defienden que sean ellos los que paguen las luces, porque son los máximos beneficiarios. Pero comerciantes y hosteleros son ciudadanos que también pagan sus impuestos y que generan empleo, contribuyen a mover la economía local y de eso nos beneficiamos todos.