Vivir del momio es lo más. O de la momia. Según se pueda. Te puedes reír de los doctorados del Caltech, de todos los másteres de Harvard y Standford juntos y no te hará falta dominar el francés, inglés, griego, ni lapón (que siempre me sonó fatal) para ganarte la vida. Aunque puede que te los premien. El momio o la momia. Nunca se sabe.
Lo vengo comprobando desde hace años por la amable biblia patria del colorín rosa del HOLA. Poca mejor vida hay que junto al momio. O a la sombra de la momia. Sin dar palo al agua. La máxima aspiración de cualquier españolito de a pie, o no tanto. Incluidos senadores del Reino. Junto con el Euromillón, el Gordo de de Navidad o el de la Primitiva. Un buen momio e, incluso, una buena momia y no vuelves a chapar. De 8 a 3, por ejemplo. Aunque tengas otros deberes. Nada es gratis, ya se sabe.
Con el momio y con la momia sucede lo mismo que con los gordos loteros, que no abundan y es difícil pillar un@. Además, la fortuna y el amor verdadero son caprichosos. Aparecen donde menos se espera. A veces, cuando se está cerca de cumplir los 90. No tienen edad. En ocasiones, tampoco vergüenza.
Palabra castiza donde las haya, el momio resume la quintaesencia del ‘bon vivant’. Pero con mucho cash, negocios y patrimonio del que tirar si llega el caso. El momio es lo que Flavio a Elisabetta. Osea, un señor podrido de millones, fiestero, vividor y , en este caso pelín macarra de luxe, que acoge en su seno matrimonial, con separación de bienes supongo, a un prodigio de la naturaleza de señorita para hacerla la santa madre de sus hijos. O a saber. Como Donald y Melania.
También los hay por esos mundos de Dios serios y elegantes, aburridos con flemas, flema y corrección británica (aunque no lo sean) o mucho más horteras, con botas vaqueras y sombrero tejano, casados con increíbles rubias que podrían ser sus nietas. El momio luce pareja a la que saca decenas. De años. La diferencia de millones la pone también él. O la momia.
Pasean el mundo en cinco estrellas súper, jet privado, con indolencia y sin más preocupación que vivir la vida y dar aire a su creciente fortuna. Nada que ver con los serios millonarios banqueros. Ni con los superjeques.
Aparte del momio público del subvencionismo, yernismo, trafiquismo, caciquismo, carguismo y enchufismo, en los países ibéricos tenemos nuestros propios momios y momias. A otra escala que la planetaria. Y a mucha honra. Quién no envidia el amor verdadero de Alfonso por Cayetana. De Nuria por Fefé. De Zé por Betty. Quien no compadece a las viudas Tita y Rhona, de Heini y Papuchi, respectivamente.
Algunos, caso de la pareja lusa del hibridado Jose Castelo Branco y la octogenaria millonaria Betty Grafsteinaún dan sexuales escándalos mediáticos por su participación presunta en orgías con una fauna variopinta del otro lado de la frontera lusa. Para que digan que vivir de la momia tiene que ser aburrido. Que se lo pregunten a Alfonso, que menudo verano ha tirado. Si las paredes de Dueñas hablaran… No saben qué buen humor tiene Cayetana en privado. Nada es lo que parece.