Cuando nació no le dieron más de siete días de vida, pero ya tiene casi cuarenta años. Como no se cumplieron los pronósticos le auguraron una existencia más de vegetal que de humano. Tampoco acertaron. Se empeñó en andar y viajar. Ahora corre maratones por el mundo. Debutó con los famosos 42 kilómetros y 195 metros de Nueva York y hace pocos días hizo lo mismo en Berlín. Sus 14 horas y 20 minutos no le dan para el podio, pero sí para ganarse el respeto de medio mundo. Al venezolano Maickel Melaned se le pone como ejemplo de superación porque una parálisis cerebral al nacer no le ha impedido disfrutar del placer que dejan las endorfinas desbocadas al cruzar la meta después de que el ácido láctico te ha haya machacado las piernas durante horas. Pero no es el único ejemplo a seguir. Hay otros atletas anónimos que se empeñan en correr a pesar de las dificultades. Basta acercarse a alguna de las muchas pruebas populares que se celebran en Badajoz para comprobar como gente con miles de razones para quedarse en casa se resiste a lo que dicta la naturaleza. La distancia es la misma para todos, pero la meta no. Hay quien corre por uno mismo, otros lo hacen por sus hijos, por sus familias o por los amigos. En la carrera del pasado domingo de Aspaceba había que recorrer dos kilómetros y medio por Huerta Rosales, pero solo las familias de los atletas que participaron saben el valor que tiene cada paso que dan, cada meta que cruzan.
Toda la épica que tiene el deporte la pusieron chicos con muletas, acompañados por amigos o empujados en sillas de ruedas por sus familiares. Todos llegaron al final. Como Melaned.