El calificativo de héroe se ha desgastado de tanto usarlo, aunque cuesta encontrar actos heroicos de verdad.
Quizá el verdadero héroe es aquel que nunca quiso serlo, como Ángel José García, un brigada del ejército de Tierra en el regimiento Saboya de la base de Bótoa que pisó los escenarios más horribles de los últimos años.
En abril de 2004 le tocó sortear las dificultades que el clérigo iraquí Muqtada al-Sad y su ejército de al-Mahdi puso a las tropas españolas en Diwaniya. En al avispero iraquí estuvo cinco meses. Diez años antes, en el 94, cuando tan sólo tenía 26 años, recorrió Mostar, Dracevo, Jablanica y Kiselja durante siete meses mientras los balcanes se llenaban de muertos y refugiados.
Su penúltima misión fue en El Líbano en el 2008 en la que entonces era una de la frontera más peligrosa del planeta. En medio del fuego cruzado entre Siria, Líbano e Israel. La última misión fue en la puerta de casa. En el azud de la Granadilla, hace poco más de un mes, el 14 de abril, intentó salvar la vida a una piragüista y acabó pagándolo con la suya propia. Mucho se habló en Badajoz de la jugarreta que el capricho le guardó a Ángel José. Tres misiones internacionales a sus espaldas y terminar en la emboscada del Guadiana aquel domingo por la mañana.
La próxima semana, en la parada militar del día de las fuerzas armadas que se celebrará en Valdepasillas recibirá un homenaje. Hay héroes a los que merece la pena recordar siempre.