Hace ya más de un año escribí una columna sobre la guerra de las vallas con la que conviven los vecinos del Casco Antiguo. Cuando hay una obra o una fiesta, se corta la calle y los residentes deben volverse locos para llegar a su casa. La situación sigue igual. No creo que sea una sorpresa. Aquí cuando alguien necesita cortan una vía, lo hace. Algunos con permiso y otros sin permiso y si coinciden tres calles cerradas a la vez, no pasa nada.
Capitulo a parte, y por eso vuelvo sobre el tema, merecen las aceras. Con sinceridad la Policía Local de Badajoz va a tener que pedir un presupuesto especial para comprar más vallas porque creo que la mayoría las tienen en la calle. No es culpa suya. Ellos las ponen por seguridad donde hacen falta y allí se quedan, a veces durante años.
Más de un año llevan las vallas en dos puentes del Cerro de Reyes porque no se arreglan las barandillas. Incluso más tiempo hace que un edificio en la calle Rivillas, en Pardaleras, está acordonado por riesgo de derrumbe. Hace unos meses que cerca de allí, en Ronda del Pilar, hay otra casa que va a juego con sus dispositivos de la policía. Y así por todas partes porque hay pocos barrios que puedan decir que no tienen sus vallitas perennes en alguna parte. La última incorporación está en el Palacio de Congresos. La escultura de la artista Rosa Muñoz que simula una flor lleva un par de semanas rodeada de vallas por problemas estructurales. Ha habido congresos y actos importantes y los ilustres invitados han pasado por el monumento con su nueva decoración azul. Una pena. Vaya vallas.