Barcelona se ha convertido, desde hace 10 años, en la base de operaciones de Francisco de Pajaro, un artista natural de Zafra, que ha hecho de la basura el material con el que, día a día, produce efímeras obras, el Art is Trash, con las que grita contra una sociedad que considera enferma. Londres, Barcelona, Mérida, Badajoz, han sido escenario de unas creaciones que fascinan por su inmediatez y que diseccionan como un bisturí las miserias humanas.
Naces en 1970 en Zafra. ¿Cómo te defines profesionalmente?, ¿cuándo surge tu vena artística? Me dedico a pintar en la basura las miserias humanas. Mi inquietud artística nace de niño; en la escuela, mi timidez la escondía dibujando continuamente sobre los libros de texto; en papel, dibujaba batallas de indios y pistoleros. En mi película siempre ganan los indios. Cuando cumplí 20 años decidí indagar más seriamente en el misterio del arte, el misterio de crear algo de la nada.
En 2002 decides marchar a Londres en busca de nuevos horizontes. ¿Qué razón te impulsa a dar ese paso? Bueno…básicamente fue por una tragedia, un accidente. Tenía junto con un amigo una empresa de rotulación y pintura artística. Mi amigo murió en un accidente de circulación. Mi vida cambió en un segundo, todo se me vino abajo psicológicamente. Decidí dejarme llevar por mi instinto, y mi instinto me llevó a dedicarme al arte por completo con todas las consecuencias. El arte se convirtió en mi pañuelo donde llorar y en mi refugio más íntimo.
Es en 2004 cuando llegas a Barcelona. ¿Qué motivación encuentras para ir a la capital catalana? En aquel momento Barcelona era la ciudad ideal para ir, sonaba por ser una ciudad de vanguardia, cosmopolita y tenía una buena acogida para las inquietudes artísticas. Llevo en Barcelona diez años, y en todo este tiempo he trabajado en muchos lugares, tratando de conseguir trabajos que no me esclavizaran y así poder tener tiempo para pintar. Barcelona es mi ciudad de llegada y de partida hacia otro lugar.
Tú mismo has dicho que en 2006 murió ese sueño de libertad de expresión que te había llevado a Barcelona. ¿A qué lo achacas? En 2006 las autoridades de la ciudad aplicaron su peculiar antipatía con la Ordenanza Cívica. Para mí, una ordenanza antisocial, intolerante y recaudatoria. De pronto, todo se prohibió en la calle. El graffiti ha sido el más perseguido. Estoy en contra de los que pintan en lugares privados y monumentos históricos, pero que no te dejen hacerlo en una persiana de un negocio con el consentimiento del propietario, me parece bastante cínico. Si te ven tocando una guitarra te la confiscan. La indigencia, causada por ellos mismos, está también perseguida incomodando, por ejemplo, los asientos públicos o eliminándolos de las plazas. Hay tantas prohibiciones que no caben en esta entrevista.
En 2009 decides salir a la calle y lanzas el concepto el arte es basura. ¿Por qué?, ¿es un doble grito, contra el propio mundillo artístico, y contra la sociedad, o más bien, contra los que dictan las normas de la sociedad? Es un grito contra todo. Contra las galerías de arte que te cobran dinero por exponer, contra las políticas de unos políticos corruptos, contra las inmobiliarias, contra la delincuencia de traje y de corbata, contra el abuso policial, contra la Monarquía, contra los pobres que roban a los pobres, contra una sociedad enferma de consumo. En definitiva, contra la condición destructiva humana que nos arrastra a las personas, como yo, que no queremos estar en un barco pirata cargado de falsa moral.
Desde un punto de vista estético, tu arte efímero, combina diversas técnicas, que podríamos encuadrar entre el collage, la pintura, el dibujo de cómics, la escultura, etc. ¿Cómo llegas a la elección de esos soportes y ese formato para expresarte? Particularmente noto muchas influencias de la historieta, a caballo entre el underground y la publicaciones de humor satírico, tipo El Jueves o las francesas Hara-Kiri y Le Canard Enchainé. Salgo a la calle por la dificultad de mantener el alquiler de un local, donde pintar cuadros que nadie te comprará, porque las galerías convencionales te cerraban las puertas, y el sistema establecido, las instituciones, no dan la facilidad a los artistas emergentes de poder crear y de poder mostrar sus trabajos. En mi caso, la basura tirada en las calles, ha sido el soporte ideal para representar a toda la sociedad que detesto. Todo mi trabajo es improvisación. Los pocos comics que pude conseguir de niño me marcaron. Cuando decido pintar sobre lienzos, empiezo por Dalí y el último Picasso, Basquiat, etc…tengo influencias de todo.
Has realizado tus acciones de Art is Trash en diversos lugares: Mérida, Badajoz, Barcelona, Londres. ¿En qué lugar has sentido que tu trabajo ha tenido más repercusión y más comprensión? Fuera de España es más aceptado y te valoran mucho más. En España, como en otros lugares, a la gente le gusta también, pero los que te cierran las puertas y deciden qué artista será aceptado en su círculo son las instituciones, los políticos. Estamos políticamente secuestrados por el bipartidismo inculto e ignorante. Mi futuro artístico no está aquí, soy consciente de ello.
¿Crees que aceptar tu actividad como arte forma parte del propio snobismo social, que de algún modo quieres denunciar? Todo es una gran contradicción y Art is Trash, también.
Una pregunta muy prosaica: ¿de qué vive un artista como tú que se dedica a hacer obras tan efímeras y, por lo tanto, difícilmente monetizables, por utilizar un palabro muy en boga? Cuando intervengo en la calle no lo hago por dinero, a no ser que alguien me llame para hacer una performance en un evento o un show. No me gusta ser un mono de feria, así que si alguien se quiere beneficiar con mi presencia pongo un precio. Pintar en la calle y en la basura está prohibido en Barcelona. Estoy fusilado en multas.
¿Vuelves a Barcelona, cuáles son tus proyectos futuros? Sí, ahora vuelvo a Barcelona a pasar el invierno. Para el verano se publicará un libro personal sobre estos cuatro años interviniendo en diferentes ciudades. La idea es mostrar el por qué salí a la calle, el descubrimiento de la basura, el proceso y cambio en hacer y entender el arte, a mi manera.
¿Cuál sigue siendo tu relación con Extremadura, regresas a menudo? Bueno, llevo dentro de mí treinta años de vida en Zafra. Los mejores años de mi vida los he pasado ahí. Mi humor y carácter es castúo. Mi extremeñismo está en mis pinturas. Suelo venir una vez al año y reconozco que, cada vez que salgo, tardo una mijina más en volver.