Es una lástima que la Troika no se reúna a tomar sus decisiones en una cafetería. Con lo bien que se arregla el mundo delante de un café; es más, si éste viene acompañado de tostada, incluso te da tiempo a prepararle la selección ideal al señor Del Bosque.
Creo, por tanto, que el problema de la crisis va a ser ese: que la Troika no encuentra el lugar idóneo para diseñar la solución definitiva.
Igual de inútil que el debate anterior, resulta la nueva huida de la realidad que nos han proporcionado este fin de semana sobre si es un rescate, un crédito, o qué nombre ponerle a la “ayudita de solo un 10% del PIB”.
Siempre he defendido que “las palabras importan“. Por eso no seré yo quien diga qué es y qué no es. Solamente diré que rescatar es salvar o sacar a alguien o a algo de una situación comprometida. De esta manera, me pregunto: ¿a quién se está rescatando?, ¿qué circunstancia comprometida elimina?
De los datos del fin de semana me llama la atención la previsión del FMI sobre la cifra de crecimiento de nuestro PIB, en un -4.5%; lo cual significa más desempleo. Unan esto al sector que recibe la ayuda y a la exigencia al mismo de una urgente reestructuración, y ya tienen los primeros paganos de esta decisión. Los últimos, por definición, siempre somos los contribuyentes.
Por poner un símil ( y que nadie se me enfade, que no lo hago con acritud, y que cualquier parecido con la realidad seguro será una mera coincidencia), imaginemos que la economía es como la pirámide alimenticia animal. Ya saben: plantas, herbívoros, omnívoros, depredadores y grandes depredadores.
Si nos diera por suponer que el sistema financiero se encuentra en el penúltimo escalón de esa cadena, es decir en depredadores ( insisto, solo por suponer), si damos una ayudita a este grupo, los únicos posibles beneficiados serían en un primer momento ellos mismos, y después el siguiente escalón en la cadena…
¿Qué pasaría si esa ayudita se diera al primer escalón? ¿Hasta dónde llegaría la utilidad de la misma, hasta qué escalón?…
También he dicho en otras ocasiones que todos los movimientos, los pasos de esta crisis, están ya definidos; las políticas económicas tradicionales no sirven, así lo dicen los hechos.
Esto es así porque la gran diferencia de esta crisis con respecto a otras pasadas es la globalidad. Las decisiones tomadas al amparo de hechos consumados, sin una visión a largo plazo, no calmarán la especulación de los mercados. Más bien serán, son, gasolina para el fuego.