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Sueldos públicos impúdicos

Los gatos blancos y negros de la dehesa no han tardado en ponerse de uñas y panza arriba cuando esos malditos roedores morados han amenazado con buscarles tres pies y tocarles las prebendas. El gato, aunque se vista de pardo, gato se queda. Sus señorías, muy felinas ellas, no están dispuestas a dejarse pelos en la gatera y han acordado la felonía de mantener sus sueldos, por ahora. Lo más que han cedido han sido las dietas por kilometraje.

No obstante, no cierran la puerta a meterse más mano en el bolsillo más adelante, cuando vean qué trincan sus pares en otras baronías. Un brindis al sol, pues en todos lados cuecen habas. Por si acaso, la nueva presidenta de la gatera regional se ha curado en salud: «Ahora mismo estamos en la media hacia abajo de lo que se cobra en los parlamentos autonómicos». Sí, pero también el salario medio de un ratoncito de la dehesa es el más bajo del sudoku nacional. No es que nuestros gatos se pongan las botas a cuenta de la casa pública, pero muchos roedores extremeños quisieran cobrar los 58.047,64 euros brutos al año que percibieron el pasado año sus gatunos representantes, aunque algunos, los funcionarios, se embolsaron más, pues suman trienios. Esa cantidad pública es impúdica si se la compara con el sueldo medio de Extremadura, al que triplica: 19.129,72 euros, según el INE. Y más impúdica resulta teniendo en cuenta que muchísimos diputados de la Asamblea acuden al pleno solo a votar, y algunos ni eso. Pero cobrar, cobran igual, pues, al inicio de la pasada legislatura, solo cinco de los 65 no estaban liberados, es decir, no tenían dedicación exclusiva y, por tanto, solo recibían una indemnización por asistencia al Parlamento: 140,48 euros los residentes en Mérida y 161,72 el resto. Esta legislatura lo de liberarse o no seguirá siendo voluntario. Ya imaginarán por qué optará la mayoría.

¿Qué sería lo justo y razonable? De cada cual según su capacidad y a cada cual según su trabajo. O sea, que cada uno de nuestros elegidos ganara en función de su responsabilidad. No trabaja igual un miembro de la Mesa de la Asamblea o de una comisión parlamentaria o el portavoz de un grupo que un diputado raso. Mas eso es demasiado rojo hasta para los que se dicen a la izquierda del barón rojo. Algunos morados arguyen que eso es discriminar entre diputados de primera y segunda categoría. Pero eso ya ocurre. Nuestros representantes no responden a sus votantes, sino a sus comandantes. Al final, no deciden 65 sino cuatro. El resto se limita a pulsar el botón que le marca el capataz de su cuadrilla, cada una de las cuales también tiene una asignación por cada uno de sus escaños.

Dirán que sus felinas señorías son cuatro gatos y que por mucho que se rebajen el estipendio no saldremos de pobres en el cortijo; el chocolate del loro, vamos. No es cuestión de cantidad sino de calidad, calidad moral. No se trata de austeridad, sino de probidad. Muchas de sus señorías no se ganan el sueldo, sino un sobresueldo. Eso no es de recibo cuando cada vez más currelas hacen más por menos.

Los lindos gatitos han demostrado que no solo saben más que los ratones colorados sino también que los morados. Estos esperaban llevarse el gato al agua y se la han dado con queso. Mal empieza el nuevo mayoral del cortijo, un viejo conocido que pasaba por no tener gatos en la barriga y ser una vara de tumbar gatos, pero temo que se quede en media vara de cuadrillero.

(Publicado en el diario HOY el 28/6/2015)

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