CIS y profecía autocumplida
El pasado miércoles, Pedro Sánchez escenificó en el Congreso la ruptura de relaciones con Pablo Casado después de que este le acusara de golpista. Con este gesto, quedó inaugurado oficiosamente el largo ciclo electoral que dará comienzo oficialmente el 2 de diciembre con los comicios andaluces.
No obstante, el nuevo timonel del PP le está haciendo un favor a Sánchez con su ofensiva a tumba abierta, porque está entrando en el terreno que quiere el presidente, el de la polarización. La estrategia agonista del líder del PSOE es similar a la que aplicó Rajoy para conservar la Moncloa el 26J de 2016: dividir al electorado en dos bloques enfrentados («yo o el caos», «estabilidad o populismo», derecha o izquierda), a fin de concentrar los votos útiles en la opción de cada bloque con más probabilidades de ganar las elecciones. Rajoy ninguneó al PSOE y, con la ayuda de los sondeos, sobrevaloró intencionadamente a Podemos, encumbrándolo al papel de adversario a batir, con el doble objetivo de recuperar sufragios que se le fueron a Ciudadanos el 20D de 2015 y fragmentar el voto progresista. Y la jugada le salió bien.
Sánchez intenta la misma jugada, sobrevalorando a los rivales del PP en la derecha, y estos han picado el anzuelo, porque, como dice Íñigo Errejón, «el polo conservador está extremándose cada vez más» en una «puja al alza», es «una hidra que se llama José María Aznar que tiene tres cabezas, Albert Rivera, Vox y Pablo Casado», «una especie de coalición del enfado, de coalición del bloqueo y del incendio permanente». Como el dirigente podemista, yo no creo que eso sea bueno para España y, a tenor de las encuestas, ni siquiera es bueno para ellos. Mas el «polo conservador» sigue la misma táctica que siguió Podemos hasta la moción de censura que tumbó a Rajoy sin lograr los resultados electorales esperados. Podemos ha pasado así de ser incendiario a bombero.
Sin embargo, quien está sacando más rédito del nuevo rol de los morados es el PSOE, según las mismas encuestas, especialmente la última del CIS. Este amplía a 13 puntos porcentuales la ventaja de los socialistas sobre el PP y sitúa a Cs como segunda fuerza a 11, mientras que Podemos es la cuarta en discordia. Salvo el PSOE, todos los partidos ponen en duda los barómetros del CIS, que ha cambiado su metodología desde que está en manos de José Félix Tezanos. Los sondeos demoscópicos privados también colocan a la cabeza al PSOE, pero reducen su distancia del PP, al que mantienen en el segundo escalón, a dos o tres puntos. Asimismo, el CIS ha preguntado por primera vez por la crispación política. Nueve de cada diez españoles consideran que hay bastante o mucha y, sobre todo, culpan de ella, a partes iguales, al PP y los independentistas.
No nos engañemos. El CIS está al servicio de la estrategia polarizadora de Sánchez. Sus encuestas, como casi todas, más que predecir unos resultados, los inducen; más que pronosticar el voto de los ciudadanos, lo orientan. En definitiva, contribuyen a generar una percepción de la realidad que acaba cumpliéndose. Es lo que el sociólogo Robert K. Merton llamó profecía autocumplida: «La profecía que se autorrealiza es, al principio, una definición ‘falsa’ de la situación que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación se vuelva ‘verdadera’». Este concepto deriva del teorema de Thomas, quien lo explicaba muy gráficamente con este ejemplo: «Si la palabra apesta se asocia sistemáticamente con el nombre de Margarita, Margarita nunca volverá a oler bien».
(Publicado en el diario HOY el 28 de octubre de 2018)