Salgo
del cine y veo la botella de la realidad política medio llena, no medio vacía.
Acabo de ver ‘Los Borgia’, que no me ha entusiasmado como película pero tampoco
me ha disgustado en exceso como historia. Escucho opiniones de otros espectadores
que no discrepan en demasía, al contrario: alimentan una moderación sensata,
razonable, civilizada… Este mundo idílico (y es cierto que algo aburrido)
estalla como un globo cuando llego a casa y zapeo con el aparato de radio.
¡Madre mía!

Hay tertulianos
que tarascan con sus colmillos de jabalí al pelele de turno hasta dejarlo como un
guiñapo cosido a puñaladas. Amancebados con sus mismas mentiras, algunos
‘popes’ de estas tertulias pontifican reflejando un mundo tan irreal en sus
exageraciones, en sus odios y en sus desvaríos que causaría hilaridad si no
suscitaran pavor.

Como no
soy masoquista, renuncio a mi navegación tertuliana y opto por la lectura o por
una buena película en DVD. Ayer programé una ‘sesión doble’ con dos de mis
favoritas: ‘Blade Runner’ (a Ridley Scott desde que rodó en Cáceres y en Trujillo
le tengo incluso más aprecio) y ‘El tercer hombre’, interpretada por el genial
Orson Welles. Casi al final de la película, Harry Lime, el cínico traficante de
penicilina adulterada que encarna Welles, argumenta su descreimiento: “Recuerda
lo que dijo no sé quien: en Italia, en 30 años de dominación de los Borgia, no
hubo más que terror, guerras, matanzas…, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo
Da Vinci y el Renacimiento. Y en Suiza, por el contrario, tuvieron 500 años de
amor, democracia y paz, ¿y cuál fue el resultado? El reloj de cuco”.

Pero no
tiene razón el estraperlista Harry Lime. A pesar de quienes pintan una realidad
feroz y envilecida ?propia de los Borgia?, tenemos una democracia de cucos. Y
que no se pare el reloj.