Sobre la figura y obra de Carolina Coronado (1820-1911) ha ido labrándose una compleja trama de inexactitudes en cuyos hilos resulta fácil dejarse prender. Mujer longeva (siempre se quitaba años), de fogosa imaginación y de complicada personalidad (“trastorno histriónico”), ella misma dio pábulo en muchas ocasiones, consciente e inconscientemente, a los errores que sus biógrafos habrían de sufrir. Devota a la vez de Safo y Santa Teresa, se dejó conducir muy a menudo por “la loca de la casa”. “Te perdono – dice uno de los personajes en su novela Sigea – porque eres una poetisa, y los poetas están obligados a mentir siempre”. Antes que el fingidor de Pessoa, y en una costumbre que puede rastrearse hasta Platón, la extremeña supo ejercitarse con habilidad.
Por eso resulta tan reconfortante la lectura de este extraordinario trabajo, con más de seiscientas páginas, que viene a restablecer la veracidad de tantas noticias erróneas, dudosas o incompletas, no pocas propaladas por la misma escritora de Almendralejo. Ha sido otra paisana suya quien ha asumido esta labor, tarea que le ha supuesto un lustro de impagables pesquisas por archivos, bibliotecas, hemerotecas de media España. Y eso que su estudio no se extiende más que a los primeros años de la gran romántica, los de infancia y juventud, vividos en Extremadura (1852).
Nadie mejor que Carmen Fernández-Daza para dirimir los datos discrepantes entre el “yo real” de Carolina y el “yo literario” que nuestra gran romántica se supo forjar. Doctora en Filología hispánica, presidenta de la Unión de Bibliófilos Extremeños y directora del Centro Universitario de Santa Ana (donde radica la Biblioteca IX Marqués de la Encomienda, con tan riquísimos materiales), tiene dados sobrados testimonio de su capacidad en ediciones críticas, ediciones de clásicos grecolatinos y trabajos de investigación, sin que olvidemos sus textos de creación. Por lo demás, se muestra especialmente interesada por las plumas femeninas (no pocas de las cuales son objetos de atención también en este libro, al lado de la destinataria principal).
Tal vez la urdimbre más fantasiosa es la que tejiese Carolina sobre su propios familiares y que tan documentadamente deshecha resulta aquí. Los datos ahora recogidos sobre el abuelo paterno rebajan de modo rotundo la figura del liberal noble, generoso, mártir sacrificado por la causa, expuesto a persecuciones continuas con que la nieta gustó presentarlo. Ella misma, criada en una de las familias más ricas de Extremadura (el abuelo materno), tuvo niñez y juventud mucho más felices de lo que su espíritu romántico prefirió reconocer, habiendo recibido una formación intelectual bastante más sólidas que las mujeres de su época. Tampoco parece responder al mundo de la realidad, sino al de la pura ficción, amores como el que habría mantenido con el misterioso Alberto. Ni le faltaron desde pronta edad apoyos salir en público con sus trabajos líricos.
En lo que nunca declinó fue en sus tempranas y pioneras reivindicaciones feministas, con constantes denuncias del machismo medioambiental, según era sabido y en la obra se refuerza. Las pesquisas de la investigadora le han permitido allegar numerosos materiales, hasta hoy prácticamente desconocidos, en torno a ésta y otras muchas cuestiones (políticas, sociales y literarias).
Si, como cabe esperar, prosigue sus estudios sobre la madurez y ancianidad de la que ya en 1845 un reportero calificase como “la reina de las poetisas españolas” (en El Fandango, nº 8, julio), estaremos en condiciones de conocer adecuadamente, sin patrañas ni adherencias falaces, la extraordinaria personalidad que sin duda fue la de Almendralejo.
La obra se publica con un magnífico prólogo del historiador Francisco Zarandieta Arenas.
EL LIBRO:
Título: Carolina Coronado
Autor: Carmen Fernández-Daza Álvarez
Editorial: Almendralejo, Ayuntamiento, 2011.