Ya les he narrado en anteriores ocasiones la importancia que concedo al necesario ejercicio del sueño y el descanso, y lo que disfruto viviendo como casi reales mis originales quimeras. Como cualquiera, de vez en cuando sufro también mis pesadillas, y experimento sensaciones que enturbian mi (normalmente) reconfortante modorra.
La pesadilla de hoy, o mejor dicho, el incómodo sueño, se repite bastantes más veces de las que uno desearía. En él vuelvo a estar en el Instituto Zurbarán de Badajoz, y siempre llego tarde a un examen. Por el camino me ocurren mil y un problemas que retrasan mi llegada, y la preocupación y desagradable sensación va en aumento. Durante el sueño me pregunto a mí mismo qué narices estoy haciendo allí si yo ya estudié todo en mi momento.
No comprendo como una etapa tan bonita y feliz de mi vida se me presenta en forma de sensaciones tan incómodas cuando me hallo en los brazos de Morfeo. En el Instituto me enamoré por primera vez, entablé grandes amistades, y conocí algunos profesores que me han marcado para siempre, sin embargo es el escenario elegido para despertar la angustia dormida que habita en mí. Muchos amigos y conocidos me han confesado sueños parecidos, y por lo visto lo de volver de una manera u otra a la adolescencia o niñez es bastante más repetido de lo que parece. Algunos insisten en que todo esto ha de tener un sentido, una explicación. Mi menda también lo ha pensado alguna vez, pero hace ya muchos años que me despreocupé del tema. Mi amigo Manolito “Gafotas” afirma que la Ciencia no siempre encuentra respuestas para todo y tiene toda la razón. En mi opinión la respuesta de este asunto en cuestión lo tiene la literatura, y más concretamente el gran Calderón, porque la vida es un sueño, y los sueños…sueños son.