Domingo de Mercadillo | ENRIQUE FALCÓ - Blogs hoy.es >

Blogs

Enrique Falcó

ENRIQUE FALCÓ

Domingo de Mercadillo

He ido poquísimas veces al Mercadillo en mi vida. La primera vez recuerdo que fue a los 10 años de edad con Pipi, la amiga de mi madre, que nos llevó a su hijo Alberto y a mí para que comprásemos juegos piratas para su Spectrum +2. También aprovechamos para comprar cintas vírgenes, que entonces eran muy caras en las tiendas. Como ven queridos amigos, lo de las descargas ilegales y la piratería doméstica, siempre ha estado muy presente en este país de una forma u otra.

Recuerdo otra ocasión, al poco de empezar a salir con mi novia que fui a comprar unas zapatillas de verano que entonces eran la última moda. El caso es que este pasado domingo, en vez de dormir hasta bien tarde como es habitual en nosotros, por diferentes circunstancias tuvimos que levantarnos pronto, y a mi novia se le ocurrió la brillante idea de acercarnos al mercadillo a comprar macetas para nuestra nueva casa, donde no teníamos ni una.

No me sorprendió que aquello estuviera hasta las trancas, ni la de gente conocida que allí pude saludar. Algunos incluso me hicieron bromas sobre lo de los gilipollas que había escrito en mi Tribuna dominical en HOY , y otros me comentaron que aún no habían podido leer mi artículo a modo de disculpa. Aquello parecía otro mundo, y la verdad es que quitando algunas partes de apelotonamiento donde apenas se cabía, la experiencia fue muy grata. Era muy divertido ver tantos puestos, escuchar de fondo música “lolaila” y disfrutar de la locuacidad de los vendedores “Niñas, renovarme el cajón, 7 bragas 5 euros, la que no cambia de bragas es porque no quiere” “Perfumes de marcas a 6 euros, María, Pepa, a 6 euros, y ahora vas y lo cascas”. Un gitanillo de apenas 20 años, haciendo caso omiso a mi presencia, le dijo a mi novia “guapa, pa ti las mismas prendas de Zara a 5 euros, y si me esperas a la salida te invito a un bocata de jamón, o de lo que tu quieras” La verdad es que uno no se podía ni enfadar, porque es que el tío tenía toda la gracia del mundo. De vez en cuando aparecía por allí Ramón, el del agua, y se ponía a gritar como un histérico, dando sustos a las señoras para que le dejaran pasar con su carro, certificando ante la concurrencia que está como una puñetera chota.

Además de un montón de cosas que se compró mi novia, yo me llevé unos tomatitos con una pinta excelente, y cuatro macetas preciosas tiradas de precio. La verdad es que disfruté, y bastante, con la experiencia, para qué les voy a engañar. ¿Puedo confesarles un secreto? Ahora que llegan tan bonitos domingos, cargados de luz y de sol, quizás es momento para despegarse las sábanas antes de tiempo y salir a disfrutar de los pequeños placeres sencillos que ofrece nuestra entrañable ciudad.

Don de LOCH LOMOND

Sobre el autor


abril 2011
MTWTFSS
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
252627282930