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Enrique Falcó

ENRIQUE FALCÓ

El Planeta de los Simios

 Enrique Falcó. Simiófilo

 

 Este fin de semana ha llegado a nuestros cines “El origen del Planeta de los Simios”, una precuela de la famosa cinta que hace más de 40 años dirigió Franklin J. Schaffner, de esas que tanto se llevan ahora desde que el bueno de George Lucas las inventara para ganar aún más millones a finales de los 90, al realizar su segunda Trilogía de “Star Wars”. No pretendo mentirles al confesarles mi impaciencia por visionar dicho largometraje, pues pinta bien, y además viene precedido por una excelente respuesta de la crítica, la cual no suele ser tan magnánima en cuanto a la revisión de clásicos de la historia del cine. ¡Y es que estas películas de los Simios siempre me han vuelto loco!
Descubrí “El Planeta de los Simios” como cualquier preadolescente de la época, en un video club cualquiera de nuestro pueblo o ciudad. Entonces no existía Internet, y el poco dinero que nos asignaban nuestros progenitores como paga semanal no lo gastábamos precisamente en adquirir el “Fotogramas”, ustedes ya me entienden.

“El Planeta de los Simios”, ya a finales de los 80 y en VHS, se presentaba como un producto algo obsoleto y quizás cutre, más próximo al cine B que al comercial de ciencia ficción, pero aun así llamaba la atención de todos los muchachos de la época. Esos monos tan enormes, que hablaban y eran tan listos, esclavizando a toda la humanidad. ¡Era una historia genial!

El argumento no deja de ser realmente imaginativo. En el año 3978, una nave procedente del Planeta Tierra, del año 1973, aterriza en lo que en principio es un planeta desconocido. La tripulación, encabezada por el Coronel Taylor, descubre con horror que son los simios la especie dominante del planeta, y que esclavizan entre otras criaturas a los seres humanos, quienes por el contrario ni siquiera ostentan la facultad de hablar y son tratados como simple ganado por los simios dirigentes, así como conejillos de india para sus experimentos científicos. La epopeya de Taylor en su lucha por escapar de tan horrible destino es casi épica, así como su trágico final, donde descubre aterrado que realmente es en el Planeta Tierra donde se encuentra, al hallar en una playa los restos de la estatua de La Libertad. Es ésta una de las imágenes que han pasado a la historia del cine moderno junto al “A dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar hambre” de “Lo que el viento se llevó” o al “Si alguno de mis amigos se crea enemigos yo los convierto en mis enemigos” de “El padrino” entre tantas otras. Lamentablemente, aún hoy los críticos no aciertan a comprender como se prestó tan poca diligencia a las secuelas de esta gran película, las mismas que fueron bajando de nivel y presupuesto a partes iguales a medida que se estrenaban. Tim Burton intentó en 2001 devolver algo de prestigio a tan prestigiosa saga, convertida hoy en día en clásico de culto, pero le salió un bodrio difícil de digerir que él mismo, en un arranque de orgullo y vanidad catalogó como “remake” y se quedó tan tranquilo, ¡Con un par!

 

Lo curioso de estas entretenidas películas de los simios es que te hacían plantearte aspectos muy profundos y relevantes. Por ejemplo: ¿Quiénes nos creemos los seres humanos para esclavizar a un planeta entero? ¿Acaso los animales, a pesar de ser seres inferiores, no sufren como nosotros? ¿Qué derechos tenemos sobre ellos? ¿Dónde se encuentra la diferencia que ha de distinguirnos del resto de especies?

Es curioso sorprenderse a sí mismo, como espectador, declinándose a favor de los simios en detrimento de los humanos en su lucha contra éstos en un par de sus secuelas, concretamente en “Huida del Planeta de los Simios” y en “La Rebelión de los Simios”. Los papeles tornan en varias películas, y así ambas razas se intercambian el papel de víctima y verdugo, consiguiendo ser igual de temibles, igual de crueles, igual de odiosos, igual de inhumanos. Algo parecido a lo que ocurre en la fábula de George Owell “Rebelión en la Granja” cuando el resto de los animales, contemplan asombrados a los cerdos que se autoerigieron como líderes, imitar la conducta de los humanos sin ser capaces de diferenciarlos de éstos. Nuestro Planeta se llama Tierra y está gobernado por los seres humanos porque los Dinosaurios se extinguieron, si no nuestra vida hoy no valdría más que la de un vulgar insecto y no nos encontraríamos ni por asomo en lo alto de la cadena alimenticia. Lo que debería diferenciarnos del resto de especies animales, nuestra inteligencia, nuestro raciocinio, lo dejamos en evidencia cuando lo usamos para matarnos entre nosotros. Nuestro Planeta no es una tierra de libertades, a pesar de que existan tres estatuas de La Libertad como las que Taylor encontró destruida, es una tierra donde la raza dominante no solo implanta el terror y su insultante superioridad sobre el resto de las especies, sino entre sus propios semejantes. En nuestro Planeta existe material nuclear construido por el propio hombre capaz de destruir la propia Tierra y aun así nos atrevemos a definirnos como animales racionales. Nuestro planeta es el Planeta de los Simios, no intenten averiguar por qué. Taylor inquiría al Doctor Zaius convencido de que tenía que existir una respuesta, a lo que éste contestó “No la busque Taylor, puede que no le guste lo que encuentre” ¡Que razón tenía! Plagiando al gran actor Troy McClure sólo me resta decir: “Que paren el Planeta de los Simios…que yo me apeo”.

 

Publicado en Diario HOY el 07/08/2011

Don de LOCH LOMOND

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