¡Sí señor! Seguro que hoy estarán de acuerdo conmigo cuando lean mi artículo dominical, en mi Tribuna de Opinión en la edición impresa del Diario HOY. A la gente le encanta eso de despelotarse a la primera ocasión que se les presenta, y de enseñar en cuanto pueden su cuerpo serrano a la mínima posibilidad, con la excusa de vender calendarios para el viaje de fin de carrera, o para protestar contra alguna causa noble o perdida. No se equivoquen. A un servidor, le gusta ver señoritas de buen ver desnudas como el que más, estaría bueno, pero siempre que sea en alguna revista o película y estén dispuestas para tal fin, es decir, preparadas, iluminadas, retocadas y maquilladas hasta el último de los pelos de su cabeza. Soy de la opinión de que por lo general, las mujeres (al igual que los hombres) ganan una barbaridad cuando se visten, y se maquillan, y sobre todo cuando se visten y se maquillan especialmente bien.
No dejo de pensar en aquella preciosa canción de Jaime Urrutia, “Vestida para mí” donde el autor narra como se derrite de deseo al observar a su pareja vistiéndose y preparándose, ocultando su desnudez sólo para él.
En el artículo de hoy hablo un poco de todo este tema, de cómo empezó todo el asunto del despiporre del despelote, y también cuento un par de anécdotas tan divertidas como reales, y a la vez tan tronchantes, donde todos ustedes observarán que me ha venido el buen humor de repente y sin fórmula de aviso. Que le vamos a hacer amigos, la vida es así. Hoy no he sufrido ninguna subida de leches, por lo que les animo a pinchar en el enlace de mi artículo para que se rían conmigo como en tantos domingos que llevamos juntos. Y ya saben: En pelotas sólo en casa, y a salvo de miradas indiscretas, háganse (hágannos) el favor.
http://www.hoy.es/v/20101128/opinion/pelotas-20101128.html