Decidieron partirse de risa.
Se partieron por la mitad, a la altura de la cintura. Como la de él era un poco más ancha que la de ella, tardó unos segundos más en troncharse.
Lo triste del acuerdo es que los chistes que provocaron la división ni siquiera eran buenos.
Pero cuando se ponían a algo, ¡bueno que si lo conseguían!