Este microrrelato es mi homenaje al maravilloso relato Carta a una señorita en París, de Julio Cortázar.
No te voy a engañar. A mí también me disgustó que la señora Klein se arrojase por el balcón. Tú sabes que vivo con erizos en la despensa y nunca me he quejado. Y la señora Klein, ¡ponerse así por unos conejitos! Tú, descuida, que yo no me voy a arrojar por el balcón. Cortázar me situó en un bajo con ventanas chiquitas por las que no pasa ni el gato. Sí, sí, he convivido con reptiles, con pájaros que lo manchaban todo y hasta con leones con cabeza de perro, pero nunca he sentido tanto agobio como debió sentir la señora Klein, que en paz descanse. Tú, ándate con ojo, querida, porque sospecho que Cortázar va a mudar los conejitos a tu garaje, y eso es otro cuento. Deben ser unos conejitos monísimos, la verdad. Ojalá Cortázar me los pusiera a mí. Tú, descuida, que si los conejitos se vienen acá y no se comportan, van directos a la cazuela.