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La corrupción necesita cómplices

Corrupción

Corrupción

 

El verbo latino ‘rumpo’ (descoyuntar, romper, descomponer, echar a perder, disipar, violar acuerdos , enturbiar, sobornar, falsificar), cuando recibe la ayuda ‘adecuada’ (co-) pasa de inmediato a la acción, generando ‘corrupción’.

Cuando un leñador hiende un tronco con su hacha, literalmente la ‘corrompe’, porque lo hace con un instrumento, el hacha, que está expresado en el prefijo ‘co-’. Cualquier virus, cualquier bacteria, cualquier germen patógeno, son elementos que co-laboran para que se ‘rompa’ la salud.

Por extensión, en las relaciones humanas, ciertas normas y principios degeneran gracias a la ayuda de ciertos altos puestos empresariales (poder económico), ciertos cargos políticos (fama, honore, poder político), ciertos privilegios (tiempo libre, atenciones, lujos), todos ellos adobados con el dinero, como instrumento que se supone lo soluciona casi todo, y que, además, puede corromperlo todo

Metafóricamente, se utiliza la palabra ‘corrupción’ para indicar que algo estructurado, claro y bueno para la sociedad,  se junta ‘con’ personas o cosas que actúan contra los principios acordados  y las normas  convenidas para su correcto y justo funcionamiento. Cuando se habla de los políticos, suele decirse que son una minoría. Con la falta que hacen, me gustaría poderlo creer.

Pero vistos lo casos nada escasos  a lo largo de muchos años, y el aparente poco interés de los sucesivos parlamentos en poner fin a esta lacra, uno sospecha que es bastante general la complicidad en el asunto, por acción o por silencio, ya que  el proceso de corrupción de las personas casi siempre exige cómplices (se ‘co-implican’ para inducir, encubrir, y justificar con falaces argumentos).

Cuando se crean recovecos, se utilizan subterfugios y se fabrican escondijos los hechos se ‘complican’ y la claridad se torna casi imposible, sobre todo cuando intervienen ciertos mecanismos de defensa, como la amnistía, el indulto y las pesudoauditorías.

¿Esto sucede porque no se quiere evitar en serio,  por si caso o porque no hay democracia interna en los partidos? ¿Mandan los que afirman que ‘en política las cosas son así’? Al nuevo se le instruye (“así no vas a ninguna parte”), y al veterano se le reprocha (“a quién quieres engañar”).

Pero deben saber todos los políticos (pasados, presentes y futuros) que esto es inadmisible por definición, dado que se gangrenaría (corrompería) el sistema desde su misma raíz, y entonces es el fin de todos los demócratas,  ofreciendo la ocasión a los arribistas violentos, históricamente siempre al acecho.

En mi opinión, una manera de acabar con esto exige las siguientes condiciones:

1.- Limitación del tiempo de actividad política remunerada, para evitar poder pensar en hacer carrera política vitalicia, y para acortar el tiempo de prácticas corruptas a los siempre posibles ‘aficionados’.

2.- Ley de transparencia, como única garantía de la necesaria confianza en los políticos.

3.- Eliminación total de las amnistías (‘olvidos’), que significan la negación del significado del verbo griego ‘mimnésko’ (recordar) y del sustantivo ‘mnéme’ (memoria), lo contrario de lo que le atribuía Platón a la Dialéctica (como arte del conocimiento) a través de la palabra ‘anámnesis’ (volver a recordar).

4.- Supresión de los indultos, cuyo significado hace referencia al caprichoso (sin control) ‘recorte’ de la ‘longitud’ del tiempo de castigo, ya que guarda relación con el ‘longus’ latino.

5.- Quien después de haber finalizado su plazo para desempeñar puestos remunerados y con dedicación exclusiva en el ejercicio de la política, sigue, sin embargo, siendo considerado muy útil para informar o aconsejar sobre la mejora de la vida social, podrá ser nombrado asesor del partido que lo quiera, o, mediante un procedimiento que se convenga, podrá el Estado ofrecerle una cátedra emérita temporal, u otro puesto en alguna institución pública al margen de los partidos.

Solo cuando se termine con la corrupción, cuando los políticos la persigan de verdad, sin eufemismos, ni divagaciones, ni tapaderas, la gente dejará de votar a los corruptos, porque pensará, por fin, que no es mejor votar a quien ya se ha enriquecido, al suponer que el siguiente también intentará hacer lo mismo (¡todos son iguales!), y es más barato mantener (votar) al enriquecido (y a sus compinches) que irlo haciendo en serie, uno tras otro.

Los políticos sin Ética son generadores de injusticias y corrupciones. Pero los eticólogos sin políticos se verían condenados a instalarse en el mundo de la ilusión pura.

Nuestra ‘cultura’, me dijo un expolítico hace pocos días, es así, pícara, tramposa y justificadora del engaño. Le respondí que, dado que es cultura, no es genética, y por tanto, el español también es educable.

En cualquier caso, podría ser cierto que nuestra tradición es más irresponsable y fraudulenta que las mejores, pero quienes tienen que impedirlo son precisamente los que se encargan de la educación, la información y la función pública (funcionarios, periodistas y políticos).

Se atribuye a Gregorio Magno (siglo VI)  la famosa frase ‘corruptio optimi pessima’ (la corrupción de lo mejor es la peor). Es la adecuada correspondencia entre los extremos en la gradación del bien y del mal.

La corrupción de lo bueno es mala, pero sienta peor perder algo muy valioso a que se pierda algo más fácilmente reponible. Lo mismo sucede con las personas. Cuando el muy bueno se corrompe, la decepción es infinita; en cambio, cuando se corrompe el ‘regular’ se acepta con mayor resignación y comprensión.

Leonardo Boff, refiriéndose a la política brasileña, lo traduce así: “La corrupción de los mejores es la peor de todas. Ha habido corrupción en políticos del PT y en otros, no puntual ni episódica sino intencionada y planeada. Este tipo de corrupción, como muchos pueden atestiguar, viene siendo practicada desde hace mucho por la política convencional de forma sistemática: la creación de la caja dos para financiar campañas electorales, comprar eventualmente votos o para enriquecimiento personal. Aunque todos hicieran eso (queda siempre el derecho a la duda), el PT jamás debería hacer lo mismo. Él surgió en el escenario histórico con la bandera de la moralidad pública, de los cambios, de la centralidad de lo social y de la democratización de la democracia. Y he aquí que ahora sectores importantes del PT resbalaron hacia la fosa común, deshonraron una historia gloriosa, traicionaron a los que vivían de esperanza y dan una sacudida formidable en la evolución política de Brasil. La corrupción de estos mejores es la peor cosa que pueda existir (aunque nadie tenga su monopolio). ¿Quién será ahora el portador colectivo de la Ética?”.

La Política es la encargada de promulgar leyes justas y de evitar su incumplimiento. El hecho, por ejemplo, de que en los últimos años, en España, la mayor parte de los delitos de corrupción tengan origen urbanístico y en ellos estén implicados alcaldes y concejales de muchos ayuntamientos, no es una casualidad.

Algo tiene que ver con las leyes del suelo y las competencias otorgadas a los ayuntamientos. Por tanto, en estas cuestiones, no se puede culpar a tal o cual partido –en todo caso a todos- sino a cómo se han desarrollado las normas y, lógicamente, a la actitud personal de los implicados, que siempre serán al menos dos: quién induce a la corrupción y quieén la acepta. Y muchos se justifican, en privado, diciendo que lo hace todo el mundo.

Esto es insoportable, porque  si no se pelea por acabar con la corrupción y la podredumbre, casi todos terminaremos formando parte de ella, ya que la ‘costumbre’ se convierte en  algo moralmente admisible (“los ladrones somos gente honrada”).

Si el Gobierno  y el Parlamento no ‘saben’  resolver el problema, ellos son el problema. En última instancia, cuando la opinión pública declina controlar a los gobernantes, la corrupción se vuelve inherente al sistema, el cual, mediante el arte del engaño, la presenta bajo infinitos disfraces: No me consta, es una persona, cada uno es responsable de sus actos, hay cosas peores, otros lo son más, llegaremos hasta el final caiga quien caiga quien caiga, no me temblará la mano, está ‘sub judice’, ‘somos humanos’, etc.

Cuando los jueces entran en escena, tampoco lo tienen nada fácil, aun suponiendo que pongan mucho interés en ello. ¿Hasta dónde conviene llegar y en cuánto tiempo?  Algunos hasta le dan vueltas a la sentencia  de Cicerónsummum jus summa injuria’ (el máximo derecho puede ser la mayor injusticia).

Porque cuando los disfraces se rompen, aparecen los rostros, y es entonces cuando hace falta el maquillaje, porque, si, a veces, no se hace la vista gorda, todo se viene abajo, ya que todos, o casi, la hicieron con la corruptela y sus derivados, convirtiendo en ‘ley’ el privilegio; de hecho suele decirse: “¡Si todo se hiciera conforme a la estricta ley, nada funcionaría!”. ¿Es que los legisladores o los jueces no quieren leyes ni justicia, sino máscaras para hacer lo que les parece, pero con disimulo?: “¡defiendo la justicia, pero detrás de la máscara hago cualquier cosa, el público no sabe quién soy!”.

De hecho, en el caso Gürtel (febrero de 2009), hasta ahora sólo se produjo una sentencia (Camps) y una condena al investigador (Garzón).

Groucho Marx afirmó: “No permitiré injusticias ni juego sucio, pero, si se pilla a alguien practicando la corrupción sin que yo reciba una comisión, lo pondremos contra la pared… ¡Y daremos la orden de disparar!

 

Por Juan Verde Asorey

 

 

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Sobre el autor

Desde la AFEx queremos que la actividad filosófica llegue no solamente a alumnos y profesores, sino también a la sociedad en general. La Filosofía es el instrumento intelectual que sirve para analizar y valorar los hechos humanos y las conductas. La Filosofía, como expresión crítica de la conciencia de su época, tiene que ejercer, sin dejar la ironía y el humor, la función del 'tábano' socrático para espabilar, despertar y espolear a la sociedad.


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