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Carolina Díaz Rodríguez

Solita en Cáceres

Au pair y su puta madre

Ayer estaba feliz pero muy nerviosa. De hecho, esta noche, apenas he debido dormir. Me mordía las uñas a cada rato, llamaba a mi madre pidiéndole consejo, revolucionaba a mis amistades en Cáceres hablándoles de una despedida inesperada. En Twitter y Facebook pedía ánimos para lanzarme a la aventura, para irme a Londres a un trabajo que me pintaban de ensueño, y que realmente, lo que ha hecho, ha sido convertir mi cara feliz en triste, y mis ilusiones se han volcado en una cruel pesadilla.

Llevo una mala racha. Mi cuerpo y mi mente me piden escapar de Cáceres. Los últimos años cuando ha llegado agosto me he cogido una depresión de caballo. Sí, por las noches es divertido, a partir de las nueve ya se empieza a estar a gusto yendo a conciertos, cine, teatro… pero por la mañana, mediodía y tarde no sé dónde meterme. Odio estar tirada en el sofá cruzada de brazos, me siento inútil. Necesito actividad.

Pues pensando esto que he relatado en el párrafo anterior llevaba varios días cuando esta mañana al despertarme tenía unas diez ofertas de Au pair, en su mayoría del Reino Unido. Me ofrecían alojamiento en uno de los barrios más pijos de la ciudad, el de Chelsea. Ya me imaginaba yendo a ver los entrenamientos de Mourinho. Me decía ‘mi familia’ que simplemente tenía que cuidar de su niña de siete años, llevarla al colegio, recogerla, cuidar el jardín y ayudar a la madre a hacer la cena. Unas 30-35 horas semanales, de lunes a viernes, porque los fines de semana los tendría libres. También me decían que me pagaban mis clases de inglés en una academia (hasta me daban el horario que tendría), y por supuesto, para el transporte, me ofrecían un vehículo particular. Me asombré cuando también me dijeron que me enviaban ellos mi billete de avión y ni que decir tengo que me iban a buscar al aeropuerto.

Hasta aquí, todo era tan perfecto que se me hacía raro, pero la gota que colmó el vaso fue el salario: 380 libras a la semana más un plus de 70 libras más para los caprichos de la hija. Es decir, que mi salario era de 1520 libras al mes más los gastos de las necesidades de la niña. Era un sueldo tan excesivo para trabajar de niñera que me costaba creérmelo. Pero claro, cuando más dudas tenía, me enviaron una foto de la supuesta madre y la pequeña con un contrato que decían que había redactado su abogado. Entonces pensé: no es posible que yo vaya a tener tanta suerte en la vida.

Estaba decidida a irme. La gente en las redes sociales me alentaba a hacerlo. Con un contrato, fotos y una llamada que prometían hacerme hoy, me habían hecho creer que era una oferta real y seria. Por la noche, a dos amigos les decía:  “me iría más tranquila si me ofreciesen menos dinero y no el triple de lo que tengo entendido que ofrecen normalmente”. Ya sin uñas me mordía los espigones (padrones se llaman en otros sitios), mientras pensaba si al bajarme en el aeropuerto no me montarían en un coche y me obligarían a prostituirme o me sacarían los órganos para venderlos. ¡Ay, mis pobres ojos azules!

Por suerte, anoche de madrugada estaba tan nerviosa preparándolo todo para enviar el contrato firmado esta mañana a ‘su abogado’, que me dio por buscar a la familia en Internet. Y con suerte, fui a parar a una página web tan interesante como previsora: www.guirilandia.com. No es que solo me encontrase casos similares al mío, sino que vi los mismos mensajes que yo había recibido pero cambiando los nombres. La estafa consistía en que ellos decían que te hacían el visado de trabajo (que no es necesario para la Unión Europea) y luego te pedían que se lo pagases antes de comenzar a trabajar con ellos, cosa que una vez que abonases el dinero, nunca harías.

Me llevé una desilusión tremenda. Y ya es la segunda que tengo en cosas de este tipo y en muy poco tiempo. Yo no quería un gran sueldo como me ofrecían, quería irme por 100 libras a la semana como cualquiera. Sin embargo, lo que he ganado es cogerle miedo a buscar trabajo. A ver si a la tercera va la vencida. Estoy harta de estar tirada en el sofá cruzada de brazos.

Carolina Díaz tiene 19 años, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.

Sobre el autor

Carolina Díaz, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.


agosto 2013
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