Por culpa de Internet, hemos cogido la costumbre de creernos inmunes, de opinar, criticar e, incluso, ir más allá, insultar cruelmente o amenazar, gracias a poder alterar nuestra identidad, a poder registrarnos con correos electrónicos falsos y nombres de usuarios inventados en foros, redes sociales, medios de comunicación, etc. Y lo peor es que sabemos que las consecuencias pueden ser graves, que nuestra IP nos delata, pero la visceralidad se nos va de las manos.
Cada dos por tres, aparecen noticias en la prensa en las que usuarios de redes sociales han sido denunciados por acosar, difamar o amenazar a políticos, humoristas, periodistas… Tantos casos que cada vez nos parece más habitual. Lo raro será el día que no se produzca esto. El último que leí fue el de una chica de 21 años que había sido condenada a un año de prisión por pedir la vuelta de los Grapo para hacer “una limpieza de fachas urgente”. Una chica joven, de mi edad, que algo que escribió alterada por la situación en la que nos encontramos, le ha dejado antecedentes de por vida.
He cogido una costumbre muy rara últimamente. No, no se trata de insultar a políticos y pedir la vuelta de los Grapo. Como en este blog, cada vez que alguien comenta (me insulta, normalmente), aparecen los datos y la dirección de correo electrónico en el escritorio, aparte de reírme con algunas de las barbaridades que me dicen, busco en las redes sociales, normalmente en Facebook, sus perfiles a través del email, para ponerles cara, para estudiar su mensaje hacia mí, casi siempre, tan cruel como claro.
Desde que hago esto, la verdad es que me afectan menos las barbaridades que me dicen, sobre todo las basadas en la demagogia. Da gusto esto de poder mirar a los ojos a la foto de perfil de la persona que te insulta, te quita inseguridades, y sobre todo, te hace ver las suyas.
Con el mundo que estamos creando, o aprendemos todos a reírnos de nosotros mismos y de lo que nos dicen, siempre y cuando no nos amenacen, que eso ya son palabras mayores, o terminamos todos con antecedentes y en la cárcel.