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Carolina Díaz Rodríguez

Solita en Cáceres

El peso y Lapesa

Soy de esas personas que valoran más el número de páginas de un libro que lo interesante que haya podido oír que es su contenido. Veo un libro ‘tocho’, gordo, y no puedo evitar pensar que por muy atractivo que sea, me esperan unas buenas agujetas en los brazos de tenerlo sostenido. Porque, a pesar de que se diga que los de letras no hacemos esfuerzo físico, hay días que preferiría tener que hacer ejercicios con las mancuernas con un peso por encima de mis posibilidades a coger la Historia de la Lengua Española de Cano o Lapesa, y sobre todo la del primero, a pesar de que el segundo acojone más por su apellido.

Dentro de unas horas, estaré cogiendo un autobús rumbo al pueblo para pasar el puente. El año pasado por estas fechas, tuve un viaje hasta Arroyo un tanto particular: con una pecera llena de agua con dos peces dentro. Fue un trayecto terrible, no solo montada y en curvas, sino también andando con el bote de plástico en la mano. Terminó habiendo más agua en mis pantalones que dentro del pequeño acuario. No sé cómo los pobres pececitos naranja consiguieron sobrevivir a tantos movimientos. Sin embargo, el trayecto de hoy me da más miedo, y no tanto por la ida en bus, sino por la llegada hasta él y la bajada de vuelta a casa. Porque, irse a pasar el finde al pueblo, por muy relajante que suene, más bien lo que quiere decir es que me voy para intentar hacer algo de provecho y terminar de ponerme al día con los trabajos y ejercicios de clase antes de las vacaciones, pues si me quedo en Cáceres, terminaría metiendo a Cano y a Lapesa debajo de una mesa coja y no viéndoles el pelo. Sí, sería difícil hallar una mesa con semejante cojera, pero ya la encontraría.

Mi duda ahora es si coger la maleta y meter los dos libros en ella, o atreverme a llevarlos en una bolsa, teniendo en cuenta que también tengo que cargar con ropa para cuatro días, portátil y cámara. Para que os hagáis una idea, pues no creo que mucha gente haya leído estos libros, son de grandes como mi cabeza, y de gruesos, uno como mi antebrazo y el otro como mi pierna, más de la rodilla para arriba que para abajo. Estoy aterrada con el trayecto que me espera, más que cuando vivía en lo alto de la cuesta de la calle Juan XXIII y se me iba de las manos la compra en Gil Cordero. 

Carolina Díaz tiene 19 años, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.

Sobre el autor

Carolina Díaz, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.


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