Me he pasado toda la vida intentando buscar la solución más ‘fácil’ para adelgazar, la que menos esfuerzo me costase. Ahora, a mis veinte años, me entero de que no solo hay una que no cuesta trabajo, sino que además da satisfacción, ayuda a nuestro cuerpo a mejorar la circulación sanguínea y nos libera de la depresión o la tristeza.
Con lo cansadas que son las clases de aeróbic, lo mucho que duele el culo cuando sales todas las tardes a montar en bicicleta, lo duro que es estar comiendo en cantidades muy reducidas, sin tomar gusanitos, chocolate, ni alimentos que lleven grasas monosaturadas, o sin beber cerveza… Tanto matarse a hacer deporte y recortar en placeres de la vida para quemar unas cuantas calorías.
A partir de mañana, voy a comprobar si es verdad lo que he leído: que un beso apasionado de diez minutos ayuda a que perdamos 150 calorías. Me cuesta creerlo, la verdad. Porque para quemar esa misma cantidad haciendo footing, por ejemplo, tendríamos que estar unos veinte minutos corriendo sin parar a una velocidad media de 8km/h. Pero bueno, por intentarlo que no quede. A ver si encuentro algún alma cándida que quiera experimentar conmigo.
Con suerte adelgazo, predico con el ejemplo y me planteo hacerme entrenadora personal de besos. Que tal y como están las condiciones de las becas, este verano habrá que trabajar de lo que sea para poder seguir estudiando el curso que viene.