Aunque me he encontrado en estos días con mucho italiano salido que podría hacerme perfectamente función de trípode (para sostener la cámara), me he decantado mejor por no tentar a la suerte.
Hacer fotos de noche sin un trípode en condiciones es complicado, sobre todo si quieres que no te queden las imágenes granuladas al subir el ISO. El día antes de venirme a Roma, cuando hice la maleta, me dio mucha rabia no poder meter el trípode grande porque no solo no cabía, sino que se pasaba del peso reglamentario. Si hubiera sido solo por hueco, ya habría hecho por que cupiera sentándome encima de la maleta para que cerrase.
Ayer, cuando fui a dar mi primer paseo nocturno por Roma desde que llegué hace poco más de una semana, tuve que tirar de un mini trípode, que siempre me acompaña en un bolsillo de mi mochila y que, aunque no se le pueden pedir grandes logros, es muy práctico. La clave para usarlo es no tener escrúpulos, pues el principal sustento del mini trípode es tener el valor de apoyarlo encima de una papelera, que aunque huelan mal, al menos suelen tener una base plana. Otra opción, igual de guarra, es tirarse al suelo con él. Como es tan pequeño, para poder visualizar lo que se quiere fotografiar hay que tumbarse, o como mínimo, ponerse de rodillas y utilizar la pantalla de la cámara en el caso de que sea giratoria como la mía.
Hasta que consiga un trípode grande, el uso sobre todo de las papeleras está siendo todo un éxito dentro de sus posibilidades. Desde luego, si es difícil hacer fotos de noche y mucho más con los medios de los que dispongo ahora mismo, es normal que me sienta pletórica con los resultados. Aunque la ducha al llegar a casa tras el olor a basura o a colillas del suelo no me la quita nadie.