Mis abuelas se llaman Antonia y Juana, mis abuelos, Felicísimo y Juan, nombres muy comunes entre la gente de su edad, pero bastante escasos entre la mía. Cuando van a comprar el pan, por ejemplo, les dice el vendedor: “¿Cómo va esa pierna, señora Antonia?” o “¿Qué tal ese ganado, señor Felicísimo?” Nada resulta extraño.
Sin embargo, y aunque parezca de risa, (no pretendo hacer una parodia de la canción “Nombres mil” de Leonardo Dantés), pronto los abuelos no se llamarán Anselmo, Eustaquio, Zacarías, Agustín, Jenaro, Justino, Isidoro, Gumersindo, Fabián o Camilo, sino que tendrán nombres “chic”, que cuando eran bebés o adolescentes con acné les pegaban, pero con canas y bastón, mientras hacen cola para pagar sus recetas a un euro en la farmacia, no les favorecen nada. Me refiero a nombres como: Jonhy, Erik, Richi, Willy, Iker… Incluso no hace falta irse a nombres tan modernos, simplemente mi abuelo Javi o mi abuelo David, ya chocan bastante.
En el caso de las abuelas, creo que va más allá. Todas esas niñas que hoy son la Jessi, la Jenny, la Vane, la Lore, la Faty…. que, rápidamente, te hacen pensar en una choni poligonera, algún día tendrán arrugas, los agujeros de los piercings marcados y los tatuajes indescifrables. Reemplazarán a Eufrasia, Aurelia, Ramona, Gabriela, Valentina, Marcela… que hoy en día, entre gente de mi edad, no son comunes.
Resulta cuanto menos curioso este cambio en los nombres. La duda que yo tengo es si, como en todas las modas, porque esto no deja de serlo, ya que eso de poner el nombre de tus padres a tus hijos ha decaído (no me gustaría llamarme ni Juana ni Antonia)… es si volverán a utilizarse los nombres antiguos para los recién nacido dentro de unos años, como volverán a utilizarse los pantalones de campana o como yo escucho la misma música que mi madre cuando tenía mi edad.
Supongo que, como ya se ha vuelto tan abundante lo “chic”, dentro de poco se llevarán los nombres “retro”.