De cada enfermedad, saco una nueva. De este maldito constipado del que aún conservo algo, además de sacar un tapón en el oído, por el que no escucho nada, también he obtenido una reacción alérgica, vamos, una urticaria.
El sábado por la tarde, mientras retocaba fotos con el ordenador en el pueblo, para entretenerme hasta que viniese mi hermano del cumpleaños en el que estaba, empezaron a picarme las manos. Entre los dedos tenía unas erupciones muy raras que no había visto nunca. No eran granitos normales, sino que estaban por dentro de la piel, como si fuera algo relacionado con la sangre, y descarté que fuesen mosquitos que me habían picado. Pronto comenzó a extenderse por las muñecas y tuve que darme crema para que se me calmara el picor, a pesar de que me recomendaron que era mejor meter las manos en leche.
A las dos horas desaparecieron todas las erupciones, como si hubiera tenido un espejismo y en vez de preocuparme, pensé que habría sido algo pasajero y me olvidé del tema. Por la mañana, el domingo, tras salir de la ducha, al contacto de mi cuerpo con el frío de la toalla tras haber estado bajo agua calentita, empezaron a aparecer granitos por todo mi cuerpo. Una hora después estaba en Cáceres en Urgencias, con la cara roja e hinchada, tapada con una gorra para que nadie me viera en semejante estado. Conclusión, Polaramine y Urbason hasta que se quiten las erupciones. Más días encerrada en casa.
Estaba muy triste por la tarde, tenía entradas para ver a Jesús Quintero entrevistando a Ibarra y temía que iba a perdérmelo por no poder salir de la cama. Sin embargo, descubrí que es verdad que las enfermedades son más psicológicas que físicas, y que cuando te entretienes y te lo pasas bien, no te acuerdas de que te pica todo el cuerpo, ni siquiera de que tienes la cara en carne viva. Ver a dos grandes mitos en el escenario del Gran Teatro me devolvió la alegría: Quintero, un periodista ejemplar, Ibarra, mi ídolo político.