Para las personas que estamos enamoradas y que no somos 100% correspondidas, San Valentín es el día más duro del año. Tenemos que ver cómo otras parejas se emocionan, se regalan flores, preparan cenas ricas, viajan o se pasan el día haciendo corazones. Cualquier detalle, por pequeño que sea, aviva una llama que, sin darnos cuenta, a base de vida cotidiana, de ir a comprar todos los días al Mercadona, se va apagando.
Hoy es un día triste, al menos para mí, de esos en los que es mejor no salir por la puerta de casa, no encender la tele, ni siquiera escuchar la radio. Hoy todo el mundo habla de amor, de su sorpresa, de sus regalos… Yo, sin embargo, como ese tanto por ciento de la población que no somos correspondidos, me escondo bajo las sábanas, con la ilusión de salir mañana por la puerta de casa y que en los escaparates de las tiendas, los corazones hayan desaparecido, los Cupidos no cuelguen de los balcones y el rojo vuelva a ser símbolo de manifestaciones contra los recortes.
Hoy mi mente debate con mi corazón por decidir quién me acompañará bajo las sábanas, si la melancolía y el desamor que me transmite Funambulista o el inconformismo, la realidad y el toque canalla que me aporta el maestro Sabina. O “Somos dos cobardes que no encuentran la manera, dos idiotas que no saben cómo hacer una vida con la vida que les queda” O “Morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren”.