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Es el momento de ver la flor quitameriendas

 

Merenderas Cabeza de Vaca

Merenderas Cabeza de Vaca

Pasado el equinoccio de otoño, esa fecha única en la que el día tiene la misma duración que la noche y que el sol sale por el Este y se pone por el Oeste; en la que se inicia una nueva estación tras un largo, seco y caluroso verano, y con ella la duración de los días comienza a acortarse bruscamente, caen las temperaturas y aparecen en algunas zonas, lugares habituales de pastos de ovejas y rutas trashumantes, una planta de vivos colores rosas, con flores generalmente de seis pétalos, aisladas pero que a menudo crecen muy próximas unas a otras.

Decía Thomas S. Eliot que abril es el mes más cruel que hace brotar las flores de la tierra muerta, y a mi me parece aun más cruel ver cómo los pétalos de esta planta rompen y rasgan la tierra seca tras el verano, y de la minúscula cebolla o bulbo que ha permanecido enterrada todo el año se produce este maravilloso espectáculo de otoño.

Su sonoro nombre de quitameriendas es muestra del saber popular y hace referencia a que, cuando llegaba el otoño y los días se acortaban, los patronos suprimían la merienda que los jornaleros recibían para aguantar los largos días del verano.

Se la conoce también con otros nombres como merendera, lirios de otoños o lirios de campo; el nombre de despachaveraneantes también hacía referencia, asimismo, a la época en la que los visitantes que nos acompañan durante el verano deberían regresar a su tareas y lugares de origen.

La planta produce una finas hojas tras la floración, que son ricas en colchicina, un alcaloide que les sirve de defensa frente a los herbívoros dispuestos a consumirlas en una época en la que la presión sobre la vegetación es más alta.

La quitameriendas es un endemismo ibérico fácil de confundir con otros colchidos como el azafrán, con el que comparte coloración, morfología y época de floración. Aprender a distinguirlas es un buena actividad y resulta sumamente divertido.

Estos primeros días de otoño he tenido la suerte de disfrutar de algunas praderas de estas flores rosas, en las arenas que quedan de lo que antaño fue la prospera ciudad de Talavera la Vieja, que los romanos llamaran Évora la Carpetana o Augustobriga, y que desde los años sesenta parece sepultada bajo el Tajo, emergiendo sólo cuando el nivel de Valdecañas es tan bajo que podemos ver los restos de la antigua localidad.

El otro lugar en el que he visto grandes praderas de quitameriendas ha sido en las cercanías de Calera de León, en las proximidades del castaño más espectacular de la provincia de Badajoz, a caballo con la provincia de Huelva, el paraje conocido como Puerto de la Sangría.

 

Por José María Corrales

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