Las algaradas con miles de manifestantes en Libia, Yemen, Egipto, Irán, Irak… protestando contra una película sobre el profeta Mahoma considerada blasfema por los musulmanes devuelve a la actualidad episodios como las amenazas de muerte a Salman Rushdie tras la publicación de su libro ‘Los versos satánicos’; las caricaturas satíricas dedicadas a Mahoma que alimentaron revueltas e incendios en algunas embajadas de Dinamarca o el asesinato del director de cine Theo Van Gogh, después de rodar una película dedicada al Corán y al papel de la mujer en el mundo islámico.
Si rastreamos las hemerotecas en busca de la ira desatada por el fundamentalismo yihadista la lista de ejemplos puede resultar muy abultada. En algunos casos, es cierto, esa ira se desata después de episodios tras los que se adivina la simple voluntad de provocar más que un deseo de ejercer la libertad de expresión.  Por ejemplo, la ocurrencia de aquel pastor de una iglesia de Florida que para celebrar un aniversario del 11-S no se le ocurrió otra cosa que proponer la quema de ejemplares del Corán…
Tras esta nueva película, ‘La inocencia de los musulmanes’, donde se ridiculiza y se presenta con perfiles muy negativos la figura de Mahoma, seguramente se agazapa una fenomenal campaña contra el islam alimentada por enemigos declarados del mundo árabe y musulmán.
Sin embargo, visto desde nuestra perspectiva de ciudadanos occidentales resulta muy llamativa esa radicalidad en las protestas. Enseguida se nos vienen a la cabeza otros ejemplos en los que la figura central era Jesucristo: ahí está ‘La vida de Brian’, de los Monty Python o, en el terreno musical canciones como ‘Jesucristo García’, de ‘Extremoduro’, el grupo liderado por Robe Iniesta que actuará el próximo 13 de octubre en el Recinto Hípico de Cáceres y que ya tiene vendidas todas las entradas. Las comparaciones son inevitables. ¿Se hubiera atrevido Robe Iniesta a componer una canción en similares términos y centrada en el ámbito musulmán? Todos sabemos que no. Como sabemos que al remontarnos unas décadas o unos siglos en nuestra historia, tampoco en el occidente cristiano, en la ahora ‘civilizada’ Europa se tolerarían chanzas o caricaturas acerca de Jesucristo o acerca de Dios. Y a los que se atrevían sabemos que les aguardaba la hoguera.
Cuando las sociedades se rigen por valores ‘teocráticos’ es difícil deslindar los límites siempre íntimos de la fe, de la espiritualidad, de las influencias derivadas del poder laico, civil. En algunas sociedades occidentales esa división se produjo hace varios siglos, mientras en otras zonas del mundo perviven sociedades empeñadas en mantener una estructura propia de la época medieval. No están separadas por el espacio, están separadas por el tiempo y por la historia. Son trenes que  avanzan por la misma vía pero guardando la distancia.
Decía Virginia Wolf que es más difícil matar a un fantasma que a una realidad. Por esa razón, intuir que esas algaradas las alimenta un sentido religioso que excede el de la esfera íntima nos produce no solo desconcierto sino inquietud.