>

Blogs

Demagogos y populistas

La política, o es percibida como un proceso que exige auténtica democracia o solo es oficio de tinieblas. Nadie la librará de ese anatema. Y no son reticencias recientes y gratuitas, al contrario, creo que se trata de una prevención muy evidente en esos dos tópicos tan esencialmente reaccionarios y propios del ADN español: «Todos los políticos son iguales» y «Lo mejor es no meterse en política». Quizás tras una guerra civil despiadada, una posguerra implacable y una interminable dictadura, el concepto ‘político’ se devaluó en exceso y nos ha llegado igual que la manzana podrida o el símbolo de connotaciones negativas. Hasta la Transición y la Constitución de 1978, al término ‘político’ solo le cuadraban dos interpretaciones. Primera: la del ‘político’ del Régimen, del Movimiento Nacional de la autodenominada «democracia orgánica» franquista, interesado en la reproducción o mantenimiento del citado Régimen y, segunda, la del ‘político’ que más o menos vinculado a los partidos de la clandestinidad y a través de un compromiso personal se esforzó por romper con los modos y servidumbres propios del antiguo régimen y aquella forma de hacer política inconcebible en cualquier democracia occidental.
Pero la España democrática, mi buen Yorick, cumplirá pronto cuarenta años, tantos como duró el régimen franquista, y no parece razonable limitarse ahora a modelos políticos basados en la sola premisa de acudir a las urnas cada cuatro años. Como si al ciudadano, cumplimentado ese trámite, le repitieran el cínico consejo que se atribuye a Franco: «Haga como yo, lo mejor es no meterse en política». Ya no cuela. Que los muertos entierren a los muertos. Se impone una política donde la transparencia y la realidad cotidiana de las personas, de las familias, no quede postergada ante los intereses abstractos de las grandes corporaciones. Una política sin vedetismo, sin imposturas y sin comisionistas del apocalipsis. Una política que promueva nuevas vías de participación y exija más compromisos, por supuesto dentro del orden constitucional.
Guste o no, los casos recientes de gigantesca podredumbre moral y sobre todo económica constituyen la mayor prueba de cargo contra el sistema político. Pero pensar que hay que demoler hasta los cimientos de ese sistema me parece tan disparatado como los extravíos de esos mercenarios del miedo y tertulianos atrabiliarios que agitan los fantasmas de ‘soviets’ ¡en Madrid!, agentes de Venezuela o ‘Cheguevaras’ irredentos. Cielo santo, cómo se ponen las cabezas…
El hombre de la calle, el ciudadano que dedica buena parte del día a buscarse la vida y a luchar contra las dentelladas que el paro seguramente le está dando a su familia, teme más a la corrupción que a los modelos venezolanos o a los soviets. Y más que a Marx, que le quedará a trasmano, seguro que le teme a los Bárcenas, Gürtel, Rato, Blesa y a todos los enjuagues de la política concebida como un ‘negocio de familias’. Gente que tal vez nunca ha leído –ni leerá– el ‘Manifiesto Comunista’ pero que entienden a la primera a la advertencia de Balzac: «Detrás de cada fortuna hay un delito».

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


mayo 2015
MTWTFSS
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
25262728293031