Lo que importa es el tiempo, el ritmo de los acontecimientos, el discurrir de la vida. Antonio Gramsci lo resumió con menos palabras: «El tiempo es lo más importante: es un simple sinónimo de la vida misma». He recordado esas palabras del filósofo y político italiano al hilo del inteligente artículo que firma el economista y periodista Ignacio Muro en el digital ‘bez’, donde analiza la particular «encrucijada» en que se encuentra Podemos ante el dilema histórico de pactar o no con un PSOE que con toda probabilidad también lo hará a su vez con Ciudadanos.
Al margen de aspectos como el itinerario político y electoral que se abren a la principal formación de izquierda y a los movimientos emergentes, el trabajo de Muro repara en una circunstancia que para mí es clave y determinante: la imperiosa necesidad de ganar tiempo que acucia al PSOE y a Podemos. Una situación según Muro que exige «inteligencia y paciencia y, sobre todo, equipos cohesionados y liderazgos claros capaces de generar confianza. Ninguno de los dos puede desgastarse en luchas estériles. Los dos necesitan ganar tiempo mientras colaboran. Pedro Sánchez debe consolidarse como secretario general del PSOE pero también Podemos debe cohesionar mucho más sus equipos y espacios de influencia, algo que necesita tiempo y energías».
De ahí que ambos ‘desaconsejen’ la celebración de nuevas elecciones no con la boca chica sino quizás como consecuencia lógica de que el platillo de la incertidumbre de hoy pesa más en la balanza que el de las expectativas de mañana. O dicho al estilo humorístico con que se vaticina en México: «Lo más seguro es que quién sabe».
Aunque a corto plazo podría ‘tener razón’ Gramsci y ser el tiempo el factor más relevante para consolidar estrategias comunes y acuerdos entre PSOE y Podemos, yo estoy convencido como los griegos clásicos que el destino es el carácter, y el carácter es lo único que perdura en el hombre. ¿El paso de los días contribuirá a que Pedro Sánchez se acabe revelando como un líder firme, capaz? La tenacidad es una condición necesaria pero no suficiente. La sentencia de Marx (Groucho) aguarda a la vuelta de la esquina: «Surgiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cimas de la miseria». Los partidos políticos reclaman –me parece que casi por principio– liderazgos fuertes, que no quiere decir ‘autoritarios’. Al líder se le exige la suficiente mano izquierda para conmover y la suficiente mano derecha para usar la firmeza aunque sea dentro de un guante de seda.
Seguramente Pedro Sánchez no va a examinarse en su particular reválida con Mariano Rajoy (contra el que corre el reloj y la imagen de un partido agujereado por los casos de corrupción) sino con Pablo Iglesias, un ejercitado ‘populista’, ducho en las puestas en escena de la ‘nueva política’. En este punto es cuando me acuerdo de Pedro Sánchez y de lo que decía Graham Greene: «Nunca convencerás a un ratón de que un gato negro trae buena suerte». Y yo sospecho quién es el gato.