La dimisión ‘avant la lettre’ de Manuel Marchena como presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial es buen ejemplo del peligro que encierran los grupos de WhatsApp de los políticos. Bastante más riesgo, desde luego, que los grupos de padres y madres de alumnos o incluso que los de la propia familia… Que se lo pregunten a Ignacio Cosidó, portavoz del grupo del PP del Senado, tras enviar a sus compañeros un wasap donde se ufanaba de que con Marchena al frente del TS y del CGPJ «ponemos un presidente excepcional (…) y además controlando la Sala Segunda desde dentro». Una envolvente perfecta.
Dice Elías Canetti que «una ofensa tiene valor exactamente en la medida en que te obliga a reflexionar». Justo lo que debe de haber hecho Manuel Marchena, el primer damnificado de la forma y el fondo con que se pactó, filtró y evaluó una ‘non nata’ renovación del Poder Judicial que le dejó a él como invitado de piedra y le puso a los pies de los caballos.
Creo que hace muy bien Manuel Marchena anteponiendo el valor de la independencia en su trayectoria como magistrado frente a cualquier insinuación de ‘partidismo’, aunque se trate de una atribución tangencial y más próxima al farol de las partidas de póker que a cualquier hecho objetivo y demostrable. Cosidó quiso anotar un tanto en el marcador del PP a costa de Marchena. Y desde Moncloa, es decir, desde el PSOE, también quisieron meter gol anticipando cuál era su apuesta, incluso antes de designar a los vocales que debían elegir al presidente del TS y del CGPJ, como se ha subrayado con escándalo mayúsculo… Pero no ha colado.
Los daños más graves de este nuevo conflicto no hay que buscarlos, sin embargo, en la erosión que pueda sufrir el prestigio personal de un magistrado, que habla a través de sus resoluciones y sentencias. Los mayores destrozos se han producido en la credibilidad del propio sistema de renovación del CGPJ, haciendo que cristalice en el imaginario colectivo una atmósfera de puro pasteleo con criterios donde prima lo partidista, lo sectario, antes que lo institucional.
Por si no fuera suficiente conflicto la ruptura del pacto entre PP y PSOE para la renovación del Poder Judicial, algunos líderes del ‘procés’ aún en prisión como Oriol Junqueras, Raül Romeva, Josep Rull, Jordi Turull, y Jordi Sánchez –a los que se sumarán seguramente Jordi Cuixart y la expresidenta del Parlament, Carme Forcadell– han anunciado que recusarán al juez Marchena por «falta de imparcialidad». Más madera. Quizás esta aceleración de desencuentros, esta sucesión de contenciosos y laberintos, –sin haberse aprobado aún los Presupuestos– contribuya a precipitar la salida que reclama la oposición: convocatoria adelantada de elecciones; una especie de borrón y cuenta nueva que ponga el marcador a cero o, al menos, que abra expectativas de mejora. En cualquier caso, sabidas las dificultades económicas latentes y la brecha abierta en Cataluña por el independentismo irredento, ninguna de las siglas políticas mayoritarias puede confiar en que las urnas proporcionen remedios milagrosos de la noche a la mañana. Hará falta tiempo, generosidad y política.