Creo que nunca como ahora resulta tan recomendable alejarse de los acontecimientos para analizarlos con perspectiva y coherencia. Y no me refiero solo al panorama político –siempre cambiante– sino a los aspectos varios de la realidad cotidiana. Cuando la masificación crece exponencialmente en esta ‘modernidad líquida’ en que vivimos y que vaticinó Bauman, la mejor manera de atemperar el sentido gregario al que nos inducen las campañas electorales, es hacer un alto y mirar las cosas con perspectiva, con sentido crítico. Porque sin sentido crítico devenimos en simples miembros de la ‘masa’, donde nos convertimos en número y disolvemos nuestra individualidad. Mark Twain ya lo advertía con otras palabras: «Cada vez que se encuentre usted del lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar». Reflexionar no necesariamente para cambiar de idea, pero sí para reafirmarse en ella, si es lo que decide, tras análisis juiciosos, sin condicionamientos de ‘propaganda’ populista, sentimentalismo engañoso o de la más obscena visceralidad. Meditación con enjundia.
Te estarás preguntando, mi buen Yorick, a qué viene este largo preámbulo. Pues muy sencillo. De aquí al 26 de mayo, fecha de las elecciones autonómicas, municipales y al Parlamento Europeo, no pienso escribir ninguna columna relativa, directa o tangencialmente, a los comicios. Así que desde hoy y hasta el 26 de mayo, para mí son jornadas de reflexión. En medio, procuraré escribir de asuntos personales y acaso de mayor interés…
Sin embargo, esto no significa que piense hacer oídos sordos a las tres campañas en ciernes. Al contrario. Sé que incurro en el tópico si digo que «Extremadura se juega mucho» en todas ellas. Porque esa expresión es un lugar común, pero a la vez es una verdad irrefutable. Extremadura se juega mucho porque estos comicios coinciden con un formidable proceso de desafío territorial al Estado que amenaza la estabilidad de cuatro décadas de progreso y convivencia democrática. Se juega mucho porque Extremadura, como el conjunto de España y de Europa, está sometida a las tensiones que generan la globalización, los populismos y los vaivenes impredecibles de los mercados financieros. Y se juega mucho porque en el ámbito local –salvo escasas excepciones– el desempleo, la despoblación, la falta de industrias y el envejecimiento de la población son condicionantes que llevan camino de convertirse en males endémicos.
Sobre todos y cada uno de esos asuntos pienso reflexionar, no para juzgar a nadie, sino para meditar cuál de las propuestas que se barajan considero más acertada para nuestros retos y nuestros problemas. Y además, trataré de dilucidar cuál de las fuerzas políticas participantes (en los distintos ámbitos) está en condiciones de cumplir lo que promete e incluso de rectificar, si fuera preciso, en función de las dificultades y de los conflictos que vayan surgiendo. Como enseña la experiencia, todos cometemos errores, lo malo es cultivar el ‘dontancredismo’ y no intentar siquiera enmendarlos. Dando por hecho, mi buen Yorick, que el ‘dontancredismo’ en ocasiones está más enraizado en ciertas capas de la sociedad que entre los propios políticos. La sombra de esa gente con el dedo alzado: «Qué proponen, que me opongo». Acerca de todo ello pienso reflexionar.