Los periódicos vienen estos días cargados de anuncios y sugerencias para regalos, una contribución a lo que antes se llamaba la ‘orgía del consumo’ y que ahora consideramos sin embargo un masaje revitalizador, una suerte de boca a boca sobre la mortecina cadena de la economía real.
Hay anuncios para todos los gustos. Y de todos los precios. A mí me llaman la atención los que tienen una carga simbólica, aquellos que apelan a valores consustanciales con el género humano y no se remiten a un ‘interés’ inmediato, aparentemente más prosaico y menos altruista. Anuncios del tipo «Esta Navidad acuérdate de los que te han hecho ser quien eres», que plantea una operadora de telefonía, o «Esta Navidad, el mejor regalo eres tú», que formula una compañía aérea y cuyo sentido profundo es tan poliédrico que no acabo de entender muy bien. De ahí, –tal vez–, su acierto.
El caso es que tras sumergirme en ese maremagnum de catálogos y sugerencias, compruebo desilusionado que no aumentan mis certezas, sino mis dudas, por lo que echo a un lado la colección de propuestas para no acabar como el negro del sermón: con los pies fríos y la cabeza caliente.
Dado que el cupo de regalos para terceros lo tengo cubierto, me concentro en algún posible ‘capricho’ navideño. ¿Qué compro? ¿Algún nuevo juego para la consola, el denominado octavo arte? ¿Más electrónica? ¿Libros? ¿Viajes? ¿Nada?
Aquí quería yo ver a esos creativos publicitarios tan dados a los mensajes abstractos y polivalentes para que me sacaran de dudas. Les diría: «Lo que quiero regalarme es tiempo y silencio. ¿Dónde venden esos productos? ¿Y a qué precio?». Como no me vale lo de jugar a la lotería, opto por lo que mejor se adapta al encargo: las nuevas aventuras conmemorativas del 50 aniversario de El Jabato, aquel héroe de la infancia que se enfrentaba a los excesos del imperio romano y que no sé si terminará siendo, al paso que vamos, una metáfora para el Estado de las autonomías. Resulta que en plena apoteosis del videojuego y la electrónica, las aventuras de El Capitán Trueno o El Jabato no dejan de reeditarse y tienen miles de seguidores. Yo creo que la clave está en lo que ofrecen: el tiempo (que se recupera) y su disfrute en silencio.