Los adivinadores, o señores de la cábala, como los llamaba Julio Camba, son esas personas que «tratan de asegurar su porvenir prediciendo el de los demás». Es un gremio de variado pelaje profesional: quirománticos, echadores de cartas, profesionales del horóscopo y algún que otro oráculo de andar por casa. No faltan voluntarios. El último se me antoja que es el ex presidente Aznar, el que ahora elogia las extraordinarias condiciones de estadista de Bush hijo; el que estaba convencido (no sé si lo sigue estando) de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak o el que ahora considera la victoria de Obama un «exotismo histórico» y un «previsible desastre económico». A mitad de camino entre Nostradamus y Rappel, las opiniones del ex presidente Aznar muestran a las claras que no se ha curado de la ‘capaúra’. Y que le duele.
A veces son los propios hechos noticiosos los que se empeñan en confirmar el irónico reparo periodístico: «Que la realidad no te estropee un buen reportaje». Tres muestras, recientes, de la prensa:
1. «La mujer de la limpieza evita la fuga de un detenido en una comisaría de Badajoz».
2. «Bernard Madoff y su mujer, Ruth, intentaron ‘salvar’ joyas, relojes y otros bienes de lujo para evitar que acabaran siendo parte de las indemnizaciones de sus víctimas, pero han fallado en el intento».
3. El atuendo de la ministra de Defensa, Carme Chacón, en la Pascua Militar centra miradas, comentarios y hasta artículos editoriales.
Cualquier persona sensata podría creer que son ejemplos sacados de algún programa nocturno de monólogos y parodias cómicas. Nada de eso, señora. Aquí no es la realidad la que se empeña con ayuda del irónico periodismo en estropearnos el reportaje, sino al contrario: el reportaje, la noticia, la cosa que es la cosa, nos golpea en la cabeza con la quijada de la lógica y nos abre los ojos para que comprobemos que no se trata de una broma ni de un ensueño. La pura realidad. Yo creo que al lado de esas verdades y de lo que significan (falta de medios personales, avaricia rampante o la política como banalidad anecdótica) las cábalas del conferenciante Aznar sobre Obama y la economía se me antojan ejercicios para ‘hacer por el porvenir’ a costa del personal. Triste sino.