El optimismo es muchas veces una respuesta instintiva y terapéutica contra la adversidad. Un paraguas para las inclemencias del espíritu. Está registrado en los manuales de psicología y en los libros de autoayuda. Quienes no consideran igual de inexorable la ley de Murphy que la ley de la gravedad, por ejemplo, viven más relajados. Porque Murphy no es Newton. Y al revés de lo que piensan los pesimistas, la mayoría de las tostadas sencillamente no se caen. Pasan del plato a la boca.
La capacidad de optimismo nos retrata. El mismo día que se conoció el accidente provocado por el jefe de la policía local de Badajoz, solamente los optimistas supieron ver el lado positivo del desgraciado suceso: las murgas y las comparsas tendrían nuevo asunto para sus actuaciones carnavaleras. Y menudo tema.
Según supimos ayer a través del Instituto Nacional de Estadística (INE), la población de la provincia de Badajoz crecerá hasta el año 2018 en 19.615 habitantes mientras que la provincia de Cáceres perderá en ese mismo periodo 7.888 personas.
Ante ese panorama, lo más difícil para los de Cáceres no es andar con explicaciones acerca de que se trata de una proyección estadística, que la estadística no es una ciencia exacta, o recurrir a la frase de Mark Twain: «Hay tres clases de mentiras: mentiras, grandes mentiras y estadísticas». Para los de Cáceres lo más difícil es soportar –sin perder la sonrisa– los comentarios y recomendaciones que nos hacen ahora los amigos pacenses:
«¡Tenéis que (…) más, [sustituya los puntos suspensivos por un verbo de función sexual-reproductora] que si no la población se os viene abajo!».
Aún así, el comportamiento del optimista siempre diferirá del que tiene como libro de cabecera la ley de Murphy y observa la botella medio vacía. El pesimista ve un panorama lleno de nubarrones, conjuga la letanía del «esto se acaba, esto se acaba» y en cuanto huele a flores mira para atrás y pregunta que de quién es el entierro.
El optimista, en cambio, pensará que, de cumplirse la proyección del INE, cuanto menos bulto más claridad, y otra cosa: si el remedio al problema consiste en aumentar la natalidad, la tarea pendiente no es tan ingrata. ¿O sí?