Durante la visita que hizo en 1972 el presidente Richard Nixon a la China de Mao, se entrevistó con el primer ministro Chu En-lai y en el transcurso de la charla le preguntó qué opinaba de la Revolución Francesa, un acontecimiento político que se remontaba a casi dos siglos antes. Tras unos segundos de reflexión el dirigente comunista respondió: «Es muy pronto para decirlo». La escena, citada con profusión como paradigma de la prudencia y sabiduría de la cultura milenaria china, está edificada, sin embargo, sobre un monumental error de transcripción: Chu En-lai entendió que se le estaba preguntando acerca del Mayo francés, sucedido en 1968, apenas cuatro años atrás y prefirió contestar con un diplomático y poco arriesgado comentario.
Yo creo que en este asunto el verdadero error no cabe atribuírselo a quien lo comete, sino a quienes por las razones que sean aceptan enseguida la ‘respuesta’ de Chu En lai como prueba inequívoca de su perspicacia, de su talento… Digamos que allí había alguien proclive a reverenciar las reflexiones de Chu En-lai como propias de un dirigente genial…
La técnica –salvando las distancias que se quiera y multiplicando la frecuencia de su aplicación– sirve en nuestras democracias para hacerse «un nombre» en política e incluso para construirse un carisma, ese valor tan fundamental en sociedades dominadas por la imagen, la propaganda y las apariencias. Una sociedad en la que importa más lo que «parece ser» que lo que «es».
El proceso de construirse un carisma admite fases que van desde lo que cuenta Jerzy Kosinski en su novela ‘En el jardín’ (vertida al cine con el título ‘Bienvenido, Mr. Chance’), hasta el paradigmático caso de algún presidente de Gobierno en España que hablaba catalán en la intimidad o se negó a escuchar el clamor popular de los españoles en contra de una guerra para la que no se disponía del mandato de la ONU.
Así que a través de la in-comunicación vía plasma y otros ejercicios prestidigitatorios como los mensajitos a Luis «sé fuerte»; el ahora no me presento a la investidura porque ¿para qué? y las descalificaciones explícitas e implícitas a los que quieren romper España, hay que concluir que donde dije digo, digo diego. ¿O no?
Mira, mi buen Yorick, no seas mal pensado, es probable que Rajoy no pensara nunca en la necesidad de marcar ‘líneas rojas’ respecto a los que están intentando romper España, igual que Chu En-lai no se refería en su respuesta a la Revolución Francesa sino al Mayo del 68.
Por otro lado, es obvio que a Mariano Rajoy (cuando se trata de mantenerse en el poder) le anima idéntico ánimo que a José María Aznar y que al pastor de la parábola de la oveja perdida, pues en el cielo hay más gozo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no se han salido del redil… Felipe González hizo muy famosa la cita de Deng Xiao Ping, otro líder comunista chino: «Blanco o negro, lo importante es que el gato cace ratones». A ver si esa es la clave.