Por Natalia Reigadas

Recuerdo la primera vez que visité Elvas. Me gustó el pueblo, es bonito, me encantó la comida, me hicieron gracia las toallas, pero lo que más me impresionó fue que en todas las tiendas me hablaron en un castellano perfecto. A raíz de esa experiencia comencé a fijarme y comprendí, admito que decepcionada, que en Badajoz no ocurre lo mismo. Ya puede estar la calle Menacho hasta arriba de vecinos lusos que nunca he oído a un dependiente dirigirse a ellos en portugués. Parece que la cosa va a cambiar. El otro día estuve haciendo un reportaje en la Escuela Oficial de Idiomas donde las solicitudes para estudiar se acumulan en cajas y más cajas en secretaría. En muchas de estas peticiones de acceso el idioma marcado es el portugués. Cientos y cientos de pacenses que no solo quieren hablar portugués, sino un título oficial que lo demuestre.

Me hizo ilusión el descubrimiento, pero rápidamente llega la pregunta estilo Mourinho ¿Por qué? Pensé, en principio, que elegían el portugués como una opción exótica frente al inglés, pero tras hablar con profesores y alumnos entendí la cruda realidad. No es por amor, es por dinero. Me lo resumió a la perfección Lorena, una joven de 25 años que trata de ingresar en la escuela. “Se dice que para entrar a trabajar en Rodamco o en Leroy Merlín van a pedir portugués y claro, necesitas un título. Yo lo pienso y tendría que haber estudiado portugués en lugar de inglés que no lo uso”. Como ella muchos jóvenes, y no tan jóvenes, tienen sus esperanzas de futuro en los centros comerciales que van a abrir y quieren mejorar su currículo. Me alegra que lo hagan con un idioma con el que considero que Badajoz tiene una cuenta pendiente. Yo la primera que llevo siete años aquí y solo se decir ‘obrigada’. Cuando estoy en Elvas y me hablan en castellano siento un poco de vergüenza. Me da la sensación de que no estoy a su altura lingüística y además me resulta como maleducado no saber corresponderles. Sea por dinero, por trabajo, por comercio o por lo que sea, quizá sea el momento de ponerse las pilas e ir más allá del ‘obrigada’.