Por Natalia Reigadas

Uno de los primeros comentarios que oí de Badajoz, antes incluso de vivir aquí, es que era una ciudad con tres localidades declaradas Patrimonio de la Humanidad a menos de 100 kilómetros. Son Cáceres, Mérida y Évora. Ahora ya se puede decir que son cuatro porque las fortificaciones abaluartadas de Elvas han logrado este fin de semana el título de Patrimonio Mundial.

Para Badajoz es una noticia agridulce. Hay que alegrarse por los vecinos pero se suponía que ese titulo iban a lograrlo ambas localidades juntas y parece que Elvas nos ha metido un gol. La realidad no es así, al menos del todo. Los portugueses llevan casi 20 años invirtiendo dinero en estas fortificaciones abaluartadas por lo que es normal que aprovechasen la primera oportunidad para tener el título.

La verdadera lástima es que Badajoz no comenzase también hace dos décadas o incluso antes a cuidar sus murallas. Con el fuerte de San Cristóbal en forma y las murallas limpias y liberadas de edificios, este fin de semana el premio hubiese sido para los pacenses. No es una exageración. He hecho ya suficientes reportajes y he hablado con suficientes expertos para comprender el valor del patrimonio abaluartado de Badajoz. Es oro y hay que presumir más.

Ahora toca, por tanto, alegrarse por Elvas e inmediatamente después agarrarse a su nueva fama. Tenemos el revellín de San Roque y el hornabeque del Puente de Palmas recién arregladitos y tres millones para meterle mano al fuerte de San Cristóbal. Hay que ponerlo todo a tono y aprovechar el título de Elvas para darse a conocer. Hay que ‘chupar’ rueda.