La aplicación de la ingeniería a los procesos naturales en general, o a las interacciones del sistema climático en particular, para modificar las condiciones medioambientales de nuestro planeta es una tentación tan antigua como potencialmente peligrosa. La realidad es que las primeras teorías, de mediados del pasado siglo, encaminadas a manipular y modificar a gran escala y de forma deliberada el medio ambiente del planeta Tierra, no eran motivo de preocupación, puesto que la falta de tecnología suficientemente desarrollada restringía aquellas ideas al ámbito de la ciencia-ficción. Pero la ingeniería medioambiental o ingeniería climática, es hoy día una posibilidad que puede llegar a ser tan poderosa como peligrosa, por lo que conviene prestarle atención.
En la actualidad, tras el espectacular desarrollo tecnológico vivido en los últimos decenios, podría considerarse ya a la ingeniería climática como una opción posible para mitigar por ejemplo el cambio climático. El razonamiento de algunos de los investigadores que trabajan en esta línea es que si las actividades humanas a escala mundial han influido en el clima de la Tierra, hasta el punto de poder asegurar que, con una probabilidad superior al 95%, el actual calentamiento global, una de las facetas más conocidas del cambio climático, es debido en gran parte a las actividades humanas, entonces parecería lógico pensar que el desarrollo y empleo de tecnologías específicas dirigidas a contrarrestar dicho cambio debería poder frenarlo, e incluso revertirlo.
Una reciente comunicación de CORDIS (Servicio de Información Comunitario sobre Investigación y Desarrollo), dependiente de la Unión Europea, informa que un equipo de científicos de toda Europa ha investigado las consecuencias de algunas de las opciones de esta ingeniería climática y ha llegado a la conclusión de que sus resultados podrían no ajustarse del todo a las expectativas.
Algunos científicos han planteado que el uso de tecnologías dirigidas, como el rociado de la estratosfera con azufre en aerosol, proyecto experimental financiado por Bill Gates, con el fin de reducir la irradiación solar, podría resultar más efectivo y menos costoso que los intentos que hay en marcha para disminuir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), sobre todo del dióxido de carbono (CO2) o para capturar el ya emitido, inyectándolo en capas profundas de la Tierra, lo que ha dado en llamarse secuestro del CO2, todo ello para prevenir el cambio climático.
Pero también hay quien duda de la efectividad de tales opciones y alerta de posibles efectos secundarios no deseados, esgrimiendo además argumentos legales y éticos contra la ingeniería climática, sin perder de vista que a pesar de que son numerosos los científicos, políticos y economistas que consideran que debería recurrirse a la ingeniería climática para cumplir el cometido de mitigar la cantidad de radiación solar que incide sobre nuestro planeta, sin embargo son también bastantes los científicos que plantean que la intervención humana en las enormemente complejas interacciones entre los subsistemas (atmosfera, litosfera, hidrosfera, criosfera y biosfera) que componen el sistema climático terrestre, requiere tener mucha más seguridad de la que se dispone hoy día sobre la posible respuesta o respuestas del propio sistema para defenderse de esa intervención humana, si ésta se produce.
Dicho de forma clara (¿…?) existen dos posturas antagónicas, la de los que opinan que se debe actuar pronto para poner remedio al cambio climático ¡Y tienen razón!, y la de los que opinan que las respuestas del sistema climático podrían hacer que fuera peor el remedio que la enfermedad ¡Y tienen razón!.
Para tratar de arrojar luz sobre las dudas planteadas, científicos franceses, alemanes, noruegos y británicos echaron mano de sofisticados modelos climáticos y observaron, por ejemplo, que la introducción de medidas de ingeniería climática alteraría el clima de nuestro planeta, dando lugar en concreto a una considerable reducción de la precipitación en regiones como por ejemplo Europa y Norteamérica.
Los investigadores, coordinados por el Instituto Max Planck de Meteorología de Alemania, examinaron simulaciones de la Tierra con una concentración elevada de dióxido de carbono (CO2) fijándose en los efectos de la reducción artificial de la cantidad de radiación solar que incide sobre la superficie del planeta.
Podría recurrirse a técnicas de ingeniería climática para reducir dicha cantidad de radiación solar incidente imitando los efectos de las grandes erupciones volcánicas que, en efecto, provocan un enfriamiento del clima mundial, como decíamos en el artículo “Volcanes: ¿Amenaza o ayuda?”, un artículo anterior publicado en este mismo Blog. Esto mismo, es decir reducir la energía solar que alcanza el suelo de la Tierra, podría lograrse también liberando en la atmósfera dióxido de azufre o instalando espejos gigantescos en el espacio, según apuntan distintos estudiosos.
La hipótesis de trabajo manejada en el estudio consistió en considerar un planeta en el que la concentración de CO2 fuera cuatro veces superior a la de los niveles preindustriales, hipótesis que no se desmarca de lo que se considera posible de aquí a fines del siglo XXI, de acuerdo con las conclusiones del Instituto Max Planck de Meteorología, y del propio Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).
Los autores del estudio emplearon modelos climáticos desarrollados por el Centro Hadley de la Oficina Meteorológica del Reino Unido, el Instituto Pierre Simon Laplace (Francia) y el Instituto Max Planck (Alemania), es decir los modelos climáticos más modernos, que además serán los modelos de los que saldrán los resultados del esperado quinto informe del IPCC que será presentado en el 2014 y que puede tener un peso decisivo en la futura toma de decisiones.
En base a todos estos modelos apreciaron que el llevar adelante los experimentos de ingeniería climática previstos, daría lugar a una reducción de la precipitación del 15 % con respecto a la época preindustrial en grandes extensiones de Norteamérica y en el norte de Europa. Para el planeta Tierra en su conjunto la reducción media de las precipitaciones estaría próxima al 5 %.