Así como suena, lo siente y es una planta… ¿Y por qué no?, ¿Quién ha dicho que las plantas ni sienten ni padecen?, muy al contrario hay numerosos estudios en la línea de intentar medir qué sienten, cuánto y cuándo. El mismo Aristóteles llegó a afirmar que “las plantas tienen alma”, si bien luego lo estropeó al añadir “pero no tienen sensibilidad”; error que hay que disculparle puesto que por aquel entonces no de disponía de medios que pudieran detectar y menos aún medir esa sensibilidad.
En la década de los 60’s un norteamericano, llamado Cleve Backster, que por aquel entonces trabajaba como “interrogador experto” para la CIA (Central Intelligence Agency) de Estados Unidos y que utilizaba para su trabajos el actualmente famoso polígrafo (llamado a veces máquina de la verdad o también detector de mentiras), descubrió por casualidad una cierta forma de sensibilidad, rayana con la inteligencia, atribuible a las plantas.
Estando un día sentado en su habitación, observó en una de las esquinas una gran planta, con lo que, llevado por la curiosidad provocada por su “deformación profesional” y además para entretenerse un rato, se le ocurrió someter a la planta a las medidas del polígrafo, conectando los electrodos de éste a una de las grandes hojas de la planta.
El primer intento de Backster con la hoja de la planta con la que experimentó, dio como resultado una línea recta en la impresora de que disponía su polígrafo, lo que significaba, a los ojos del experto, que la planta claramente no daba ninguna señal, que no existía ningún tipo de estímulo, que no mostraba sentimiento alguno.
Comenzó entonces a pensar en qué es lo que él podía hacer para que aquella planta generase algún tipo de sensación o algún tipo de estímulo, se le ocurrió entonces regar la planta, pero encontró que al hacerlo la gráfica seguía indicando lo mismo que antes, una línea recta, es decir nada. Pensó entonces que el riego era algo demasiado natural y frecuente como para alterar a la planta, por lo que pensando en algo más inusual y traumático como acercar a una de las hojas de la planta una cerilla encendida.
En este punto comenzaron las sorpresas, puesto que Backster, que era fumador, había encendido varios cigarros con sus cerillas, mientras estaba haciendo previamente sus medidas en la planta, sin que ésta se hubiera inmutado siquiera. Pero ahora, en el mismo momento en que encendió la cerilla con intenciones de quemar una hoja de la planta, obtuvo unas oscilaciones en la gráfica del polígrafo, que correspondían a una gráfica de nerviosismo, de alguna forma la planta había detectado que la iban a atacar.
Posteriormente Backster apagó la cerilla, sin haberla acercado a la planta, con lo que la gráfica se hizo recta de nuevo, en consecuencia, el experto llegó a la conclusión de que la planta tenía algún tipo de receptor que percibía las intenciones de quien se le acercaba. Decidió entonces volver a encender una cerilla, con la intención de acercársela a la planta, pero no de quemarla.
Al parecer la planta percibió que, en aquella ocasión, su objetivo no era quemarla, por lo que la gráfica que obtuvo fue una línea recta. Aparentemente la planta era capaz de percibir las intenciones que acompañaban a las acciones, incluso antes de que estas comenzaran, es decir sólo con pensarlas era capaz de percibir los sentimientos y la intención de las acciones.
Una vez que a Backster se le había despertado la curiosidad y el interés sobre el tema, lo debatió con algunos de sus colegas, junto con los que decidió llevar a cabo más experimentos antes de sacar ninguna conclusión. En una de las experiencias llevadas a cabo por Backster, junto con algunos otros colegas que ya se habían interesado por el tema, tomaron una planta que estaba en la habitación, y la colocaron en otra habitación aislada, a la que luego accedieron tres personas por separado. La primera persona en entrar, lo único que hizo fue regar la planta, y salir de la habitación. La segunda persona en entrar, sólo se sentó por unos minutos y salió de la habitación. La tercera persona en entrar, portaba una tijera con la que le cortó una de sus hojas a la planta, y luego salió de la habitación.
Minutos después, le conectaron a la planta los electrodos y estos al polígrafo, resultando que al entrar la primera persona a la habitación, la gráfica mostró una línea recta, al igual que con la segunda. Pero en el momento en el que la persona número tres hizo ademán de entrar a la habitación, sin llegar incluso a cruzar la puerta, la planta inmediatamente percibió la presencia de aquel que la había dañado y lo marcó en la gráfica. La planta era capaz de percibir a aquellas personas y amenazas que se acercaban a ellas, tenía algún tipo de memoria, algún tipo de inteligencia, parecía tener alguna forma de receptores capaces de percibir este tipo de situaciones.
Ahora ya como cosa mía, en confianza y puesto que nadie se va a enterar, les contaré un episodio anecdótico, relacionada de lleno con este tema, que tuve ocasión de vivir y disfrutar en primera persona hace…, bueno hace bastante tiempo. Las primeras noticias que me llegaron de los trabajos que estaban desarrollando Backster y sus colaboradores, las recibí a comienzos de 1969 y me parecieron un campo de gran interés para profundizar en el conocimiento de la naturaleza y de los misterios de sus criaturas, lo que me ha atraído desde siempre.
El nombramiento que recibí en ese mismo año 1969, como Profesor de Física en la Facultad de Ciencias de Badajoz, dependiente por aquellas fechas de la Universidad de Sevilla, y que fue el embrión de la naciente Universidad de Extremadura, me dio la oportunidad de poder acceder a los equipos de medida que nos llegaron desde Sevilla que, pese a ser muy elementales, un polímetro, un osciloscopio y poco más, me permitieron desarrollar ensayos similares a los de Backster.
En mi caso los experimentos consistieron en ir sometiendo a una planta a sesiones de música, unas veces con sonidos muy suaves y otras estridentes, colocándoles a las hojas de la planta los electrodos y midiendo con el polímetro y al mismo tiempo “a ojo” en la pantalla del osciloscopio, las diferentes señalas que emitía la planta en una y otra circunstancia. Lo cierto es que de aquellas experiencias no pude obtener ninguna conclusión, puesto que aunque las señales eran distintas, o al menos a mí me lo parecían, nunca pude establecer la relación causa-efecto como hubiera sido deseable.
Pero por si alguno de ustedes quiere hacer sus pinitos en la experiencia de comprobar la sensibilidad de las plantas, se lo voy a poner muy fácil, bastará con que dispongan de una mano y de una planta; dejo a su criterio elegir la mano que prefieran, pero para la planta les recomiendo la Mimosa Pudica, con la que podrán obtener resultados… ¡Con éxito garantizado!
Sin embargo, antes de experimentar con la planta, deben tener en cuenta que un sistema vivo produce frecuentemente resultados no coincidentes de una prueba a otra. Algunas plantas, como la Mimosa Pudica, que les he recomendado, reaccionan rápidamente; pero otras no dan ninguna reacción discernible a estímulos, e incluso las hay que muestran extrañamente respuestas retrasadas en el tiempo, de manera que la causa y el efecto son a veces difíciles de asociar. Pero ánimo y que no decaiga su espíritu investigador.