Ciertamente son muchas las ayudas que la naturaleza nos ofrece y algunas de ellas ya las hemos utilizado, pero hay muchas otras que están siendo objeto de estudios, en los que se aplican los principios de la biomimética, para buscar soluciones a algunos de los problemas o necesidades con las que nos encontramos los humanos en el día a día.
Por ejemplo, por citar una de esas potenciales ayudas, podríamos intentar conseguir el “roce sin desgaste”, como ocurre con la piel del pez de arena del Sahara, que en realidad es un lagarto, pero al que se denomina pez de la arena porque se sumerge permanente y rápidamente (en medio segundo) en la arena como si fuera un fluido, a pesar de que, como sabemos, la arena es sumamente abrasiva.
El secreto es que la piel del pez de arena, vista a nivel microscópico, no es lisa, sino ondulada y no es rígida, sino flexible, cediendo ante la presión. Los granos de arena se deslizan simultáneamente sobre unas cien ondas situadas a lo largo del cuerpo del lagarto. Así, los granos de arena que intervienen en el apoyo de las ondas son desplazados y ceden, con lo que la piel no se desgasta y de hecho permanece siempre brillante, sin rastro de roce.
Utilizando radiografías de rayos x de alta velocidad se ha observado que el lagarto de las arenas se desplaza plegando sus cortos brazos y piernas sobre su cuerpo, para que no le estorben al avanzar, y se mueve ondulando su cuerpo como una serpiente.
El estudio y emulación de los detalles implicados en la fluida inmersión de este lagarto-pez, puede ayudarnos a conseguir un rozamiento sin desgaste, lo que podría suponer una gran ayuda para resolver muchos de nuestros problemas industriales y para mejorar el rendimiento de todas las superficies envolventes móviles.
Otra extraordinaria ayuda que nos brinda la naturaleza, para nuestro provecho, podrá obtenerse de la investigación del hecho, detectado en muchas ocasiones, de que los perros pueden oler un cáncer. Se ha encontrado que las células cancerosas liberan algún tipo de sustancia que desprenden olores distintos de las células no cancerosas. Y parece también que, en efecto, el extraordinario olfato de un perro puede reconocer la diferencia de esas sustancias químicas, antes de que se desarrolle el mal.
La idea nació, hace ya unos cuantos años, cuando algunos dueños de perros, manifestaron que habían observado como estos mantenían insistentemente el olfateo de sus dueños, en zonas específicas de la piel de los propietarios, siendo diagnosticados después de cáncer de piel en esa zona. Pero no sólo se trata del caso de los melanomas, sino también pulmón, mama, vejiga, ovario, colon y probablemente bastantes más.
Hasta tanto seamos capaces de averiguar cómo lo hace el perro y emularlo, se está trabajando en la línea de contrastar los resultados, e incluso de intentar perfeccionar las habilidades del animal, así un perro labrador, entrenado con anterioridad, distinguió con una precisión cercana al 99% a los 48 pacientes con cáncer de colon (diagnosticados previamente) entre otros 258 voluntarios sanos.
El confirmar que diferentes tipos de cáncer tienen diferentes olores, y aprender a distinguirlos y clasificarlos, junto con una comprensión más profunda de cómo los detecta el perro y de cómo reproducir en el laboratorio esa capacidad de identificación, podría ayudar en la detección temprana de la enfermedad, lo que sería un factor esencial para su curación.
¿Podrían ayudarnos también unos animales tan aparentemente torpes como los hipopótamos? Pues sí, el sudor de los hipopótamos podría también suministrarnos información útil para nuestro día a día; los hipopótamos se pasan el día revolcándose en las aguas embarradas, lo que para ellos es un salvavidas ante los calores del verano.
Pues bien, analizado el sudor, contenido en el líquido, entre rosa y rojizo, que “envuelve” al animal, se encontraron cuatro acciones de utilidad: Una de ellas, es que refleja la radiación ultravioleta (UV) protegiendo por tanto al animal de las quemaduras solares; la segunda es que ayuda a que el protector solar del resbaladizo barro líquido formado se extienda sobre la amplia espalda (lomo) del hipopótamo y permanezca allí; otra acción más es que repele a los insectos, ante los que el hipopótamo está indefenso. Y, finalmente, actúa como antiséptico para prevenir infecciones en las heridas que las peleas dejan sobre la piel del animal.
El sudor del hipopótamo nos está brindando por tanto la idea de obtener, un magnífico protector solar, que reduciría las tasas de cáncer de piel en los humanos y además ahuyentaría a los insectos y hasta sanaría pequeñas heridas.
Estos son sólo unos pequeños ejemplos de las ayudas que la naturaleza pone a nuestra disposición; por eso, vistas tantas y tantas ocasiones en las que la naturaleza pone a nuestra disposición todo su arsenal de criaturas, cargadas de soluciones para muchos de nuestros problemas, es lamentable constatar que desgraciadamente suelen ser mucho más frecuentes las agresiones a la naturaleza que las acciones de defensa de la misma.
No obstante a veces se ponen en marcha proyectos para la protección de la naturaleza, que son muy de agradecer, como ha ocurrido en Bahréin, donde ha surgido la empresa Reef Arabia, que tiene por objeto intentar restaurar los arrecifes de la costa de dicho país, para lo cual diseñan y fabrican arrecifes artificiales para acelerar la regeneración de este hábitat y permitir que los peces prosperen en estas aguas, esquilmadas también por la sobrepesca.
Las primeras actuaciones consistieron en la implantación de 3.000 piezas de hormigón diseñadas a medida, una iniciativa que aumentó las poblaciones de peces en poco tiempo. Como se puede ver en el video anterior, se crean ayudas artificiales y entonces puede apreciarse como la naturaleza las acoge, las abraza y las hace suyas, integrándolas en el patrimonio natural.