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Adolfo Marroquín

Ciencia Fácil

Pirámides, guardando las formas y la salud

Al oír hablar de Pirámides, la mayoría de las personas piensa inmediatamente en las que son mundialmente famosas, las de Egipto, y más en concreto en las que se encuentran en la meseta de Giza (Guiza o Gizeh), a unos veinte kilómetros de El Cairo. En esa meseta se encuentra la gran pirámide de Keops, que es una de las maravillas del mundo, así como las pirámides de Kefrén y de Micerino.

Pero la realidad es que, la distribución de este tipo de construcciones a lo largo y ancho del mundo es tal que las podemos encontrar poco menos que por todas partes

Lo mismo ocurre cuando se piensa en la finalidad para la que fueron construidas; lo más frecuente es asociar la idea de las pirámides con la de tumbas de los faraones egipcios, sin embargo nunca se han encontrado restos de ningún faraón en ninguna de las más de un centenar de pirámides encontradas y estudiadas en Egipto.

Por tanto deberíamos pensar que probablemente las pirámides no estaban pensadas para la muerte, sino muy al contrario eran monumentos pensados para la vida y la salud, y en cualquier caso su simple forma es considerada por muchos enigmática, pero a la vez atractiva.

En la contraportada de la obra “El poder mágico de las pirámides”, de Max Toth y Greg Nielsen, publicada por Ediciones Martínez Roca, editada por primera vez en 1974 y de la que existen numerosas reediciones posteriores, hasta el punto de haberse convertido en un “clásico sobre el tema”, se incluía una pequeña pirámide roja de cartón que los autores recomendaban poner debajo de la cama del atento lector, para descansar mejor.

Aseguraban también los autores que con la pirámide se conseguía regenerar el filo de los objetos cortantes, por ejemplo de las cuchillas de afeitar, con lo que éstas durarían mucho más tiempo afiladas; se conseguía también una notable mejoría en muchos aspectos de la salud humana, un incremento del vigor corporal de la persona que permanecía algún tiempo cerca, o mejor aún debajo, de la pirámide; así como varias otras mejoras, siempre según lo que afirmaban los autores en la obra.

Son numerosos los trabajos publicados, la mayoría con más tendencia a lo paranormal que a lo normal propiamente dicho, sobre la relación de las pirámides con la captación de energía o con el intercambio de ésta entre el cosmos y la Tierra. Así mismo, ha sido objeto de numerosas especulaciones lo que ocurre “dentro de o debajo de” una estructura piramidal.

Por mi parte he de reconocer que he admirado siempre las formas piramidales, sobre todo por su indudable imagen de estabilidad, de perfecto asentamiento sobre el terreno, que las hace ser inamovibles ocurra lo que ocurra, incluso en las peores condiciones; como ejemplo ante el caso de un terremoto, puesto que ante ese fenómeno la estructura piramidal es más segura que la basada en los clásicos rectángulos, como demuestran los test sísmicos.

 

 

Puesto que la mayoría de nosotros nos vemos obligados a vivir en una casa normal, cuadrada por todas partes, y no en una pirámide, debemos tener presente que, si se produce un terremoto, podemos hacernos sobre la marcha lo que algunos autores denominan el “Triángulo de la Vida”, que es el resultado de fabricarse una pirámide de emergencia, lo que puede conseguirse mediante los objetos disponibles más a mano, armarios, aparadores, arcones, sofás, etc., pero no bajo una mesa, salvo que ésta sea de un material y una estructura muy resistentes, que no es lo habitual.

El consejo anterior es válido sobre todo para viviendas aisladas de tipo unifamiliar y una sola planta, mientras que en una vivienda del tipo bloque de varios pisos debería buscarse el área de seguridad  junto a los pilares maestros del edificio, con lo que dispondremos de la protección que suministra la gran resistencia a la compresión que caracteriza a dichos pilares.

Por otra parte, la misma idea de protección, no sólo frente a los terremotos, sino frente a otros muchos fenómenos violentos, como temporales, vientos huracanados, tornados y hasta huracanes, aconsejarían construcciones que suavizaran los efectos catastróficos de estos fenómenos; por tanto, a la hora de diseñar la estructura de una vivienda en la que pudiéramos sentirnos a salvo, se impondría la idea de una forma piramidal. Pero uno de los problemas de ese tipo de construcciones es que el volumen útil de una pirámide es muy inferior, exactamente un 66,6% menos, que el de un cubo que tenga la misma superficie de base y la misma altura.

Sin embargo son relativamente frecuentes las construcciones actuales que copian las formas piramidales, tal vez por emular las formas antiguas, tal vez por la seguridad de asentamiento, tal vez incluso simplemente por la propia estética, puesto que la forma de pirámide tiene muchos adeptos.

Podemos encontrar otras dos pirámides muy famosas en París, en la misma plaza en la que está enclavada la entrada al Museo del Louvre, ambas pirámides fabricadas en acero y cristal, una con la forma clásica de vértice hacia el cielo y la otra invertida, con su vértice dirigido hacia abajo; esta segunda, denominada Pirámide Invertida del Louvre, era mucho menos conocida que su hermana mayor, pero adquirió bastante notoriedad a partir de la publicación del libro “El Código Da Vinci” de Dan Brown.

Desde la plaza no es fácil distinguir la posición de la Pirámide Invertida, puesto que como su nombre indica, nace a ras de suelo y el vértice inferior, sólo es visible en el subterráneo. En el exterior la base de esta pirámide se encuentra en el centro de una rotonda, alrededor de la cual circulan los vehículos; es una rotonda como otra cualquiera que tiene en su circunferencia unos setos de aproximadamente un metro de altura, que precisamente son el marco de la base cuadrada de la Pirámide Invertida.

Justo debajo de la estructura invertida de cristal y acero, se construyó otra pequeña pirámide, esta vez de piedra, de poco más de un metro de altura, dejando una separación entre ambos vértices, situados frente a frente, de unos 30 centímetros. Es a esta pequeña pirámide inferior a la que se refiere Dan Brown en su libro, como el lugar donde se encuentra el misterio del Santo Grial y la tumba de María Magdalena,… ¿o tal vez ambas cosas son la misma cosa?

Adolfo Marroquín Santoña

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Sobre el autor

Adolfo Marroquín, Doctor en Física, Geofísico, Ingeniero Técnico Industrial, Meteorólogo, Climatólogo, y desde 1965 huésped de Extremadura, una tierra magnífica, cuna y hogar de gente fantástica, donde he enseñado y he aprendido muchas cosas, he publicado numerosos artículos, impartido conferencias y dado clases a alumnos de todo tipo y nivel, desde el bachillerato hasta el doctorado. Desde este blog, trataré de contar curiosidades científicas, sobre el clima y sus cambios, la naturaleza, el medio ambiente, etc., de la forma más fácil y clara que me sea posible.


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